Desciende año tras año la tasa de fecundidad en Argentina

¿Cómo ha evolucionado la fecundidad y la natalidad en las últimas décadas? ¿Las mujeres tienen cada vez menos hijos? ¿Qué desafíos implican estas tendencias para las políticas públicas?

La tasa de fecundidad es un indicador fundamental a tener en cuenta para predecir la evolución de cualquier sociedad. Este parámetro incide en lo que se denomina “bono demográfico” o “niveles de reemplazo de la población” que implica la relación entre la proporción de personas que por su edad se encuentran dentro de la población económicamente activa y aquellas personas dependientes, dentro de las que se consideran adultas y adultos mayores, y niñas y niños.

En Argentina, según información derivada de las investigaciones de la Dra. Javiera Fanta -Psicóloga y doctora en Demografía de la Universidad Nacional de Córdoba- durante los primeros años de este siglo se registró un descenso paulatino de la Tasa Global de Fecundidad (TGF), tendencia que se acentuó aún más desde el 2015. 

En 2001, la TGF de nuestro país se ubicaba ligeramente por encima del umbral de reemplazo de la población, en un promedio de 2,4 hijos por mujer, un valor que era incluso mayor al que se registraba en otros países del Cono Sur como Brasil, Chile y Uruguay, cuyas TGF se encontraban por entonces en umbrales de reemplazo de población inferiores a los ideales.

En 2015, nuestro país comenzó a observar una aceleración mayor en la caída de la TGF llegando en 2018 a registrar valores por debajo de los niveles de reemplazo de la población a razón de 2,01 hijos por mujer. Apenas un año después, en 2019, este guarismo volvió a descender a 1,83. Finalmente, confirmando la tendencia, los últimos datos de “estadísticas vitales” para 2020 vieron profundizar la caída de la TGF una vez más, alcanzando 1,5 hijos por mujer.

Estos procesos estuvieron acompañados además por una postergación en el calendario reproductivo. Esto significa que las personas con capacidad de gestar tienden a buscar embarazos a edades más avanzadas. 

Las razones detrás de la caída de la fecundidad son variadas. Por una parte, el país sigue presentando hasta el día de hoy una gran heterogeneidad interna en lo que respecta a los resultados reproductivos. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires encabeza históricamente el listado de jurisdicciones con menor cantidad media de hijos, mientras que las provincias del noreste y noroeste argentino suelen ubicarse en el otro extremo. Sin embargo, aunque estas desigualdades entre regiones continúan siendo amplias, durante las últimas décadas y dentro de la tendencia descendente, se observaron mayores caídas de la fecundidad en las regiones que presentaban los valores más altos.  

Por otro lado, la fecundidad global convivió en las últimas décadas con niveles de fecundidad adolescente que o bien tendieron al aumento, o bien se mostraron resistentes a la baja, una característica que comenzó a modificarse en el último quinquenio entre el 2010 y el 2020. En tal sentido, en este período, la fecundidad de mujeres entre 15 y 19 años comenzó a disminuir de forma más marcada y sostenida. Esta tendencia en la fecundidad adolescente puede ser vista también con los números de la natalidad. De acuerdo con los últimos datos, de los 533.299 nacimientos registrados en 2020 poco más de 51.000 corresponden a embarazos de mujeres de entre 15 y 19 años; y 1.293 a embarazos de menores de 15 años. En la actualidad los nacimientos producto de embarazos de adolescentes representan aproximadamente 10% del total. En términos más generales, estos cambios parecen asociarse sobre todo a factores culturales, vinculados con cambios en los deseos de las mujeres respecto a cuántos hijos tener y cuándo. Hoy las mujeres elegirían tener menos hijos y además estarían más empoderadas para poner en práctica esa decisión.

En términos de políticas públicas, la caída de la fecundidad plantea múltiples consecuencias y desafíos. Por un lado, supone menos demandas de crecimiento del sistema educativo. Por otro lado, el hecho de que las personas estén postergando el calendario reproductivo impone la necesidad de profundizar el acceso a tratamientos de reproducción asistida para los distintos grupos poblacionales. Asimismo, un menor número de hijos modifica el entramado de las relaciones de cuidado que se dan al interior de cualquier sociedad. Las políticas tendientes a fortalecer el envejecimiento activo se vuelven de este modo, más relevantes debido a que –si bien esta relación no es directa- hay cada vez menos personas jóvenes que puedan asumir el cuidado de las personas mayores.

Ganador del Premio UBA a la mejor producción audiovisual

Nuestro documental producido junto al Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC), al Centro Ideal de Chile y a CONICET Documental, se alzó con el primer premio en su categoría.

Luego de haber evaluado 80 trabajos, entre otros contenidos, la Universidad de Buenos Aires anunció los ganadores de la 15º edición del Premio UBA a la divulgación de contenidos educativos en medios nacionales. Entre ellos, nuestra producción “El Beagle y sus dos naciones” resultó galardonada con el primer premio a la mejor producción audiovisual.   

“El Beagle y sus dos naciones” es un registro documental de la primera campaña de interés científico entre Argentina y Chile que da cuenta sobre la importancia política de aunar esfuerzos en pos del estudio y la generación de conocimientos sobre los efectos del cambio climático en la región más austral de ambos países. 

Coproducida junto a CONICET Documental, el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC) y el Centro IDEAL de Chile, la película refleja los contextos históricos desde la llegada de los primeros pobladores, pasando por el conflicto geopolítico y territorial de 1978, hasta la actualidad donde un grupo de científicos argentinos y chilenos trabajan juntos para entender la incidencia del calentamiento global en el ecosistema regional y promover la protección de sus recursos naturales.

Mirá «El Beagle y sus dos naciones» en la plataforma gratuita contar.

Respecto a la distinción, los trabajos presentados y el resto de los contenidos premiados, fueron evaluados por un jurado integrado por especialistas en educación y periodismo como la periodista Fabiola Czubaj, de La Nación; Enrique Garabetyan, de Perfil, y Florencia Ballarino, de Chequeado y los profesores Samuel Cabanchik de la Facultad de Filosofía y Letras; y Hernán Noblega, de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo.

El Premio UBA a la divulgación de contenidos educativos para el periodismo nacional busca reconocer y estimular el desempeño periodístico e incentivar -entre los medios de comunicación y la comunidad periodística- la divulgación de contenidos relacionados a la educación superior y la educación media, así como también a la ciencia y la responsabilidad social. 

Entendiendo que la UBA tiene como fines la promoción, la difusión y la preservación de la cultura, no sólo a través de la docencia, investigación y extensión que le son inherentes, sino también generando mecanismos que incentiven a otras instituciones y actores sociales a sumarse a esta tarea, se creó esta instancia que estableció un reconocimiento institucional y académico a aquellos medios y periodistas que se comprometen con la divulgación de contenidos educativos, científicos y de investigación.

Fuente: UBA

Cuestiones éticas en torno a las células ‘inmortales’ de Henrietta Lacks

Por María Montoya para SINC

Cuando Henrietta asistió al Hospital Johns Hopkins en Baltimore en enero de 1951, el único en el área que trataba a afroamericanos en ese momento, no sabía que lograría una especie de ‘inmortalidad’. Sus células cancerosas, extraídas sin su consentimiento y denominadas HeLa por sus iniciales, se han usado en más de 70.000 estudios, en campos como el cáncer, la biotecnología o la inmunología.

Henrietta Lacks era una mujer afroamericana de 31 años y madre de cinco hijos cuando murió de cáncer de cuello uterino en 1951. Este hecho hubiera pasado desapercibido si no fuera porque su nombre y su memoria perduran, sin su consentimiento, en la forma de un notable linaje de células en continua división que han logrado, en todos los sentidos y propósitos, la “inmortalidad”.

Sus células cancerosas han seguido viviendo en los laboratorios de todo el mundo mucho más allá de la muerte de Henrietta Lacks, replicándose tan prolíficamente que colocadas de punta a punta podrían envolver la Tierra tres veces.

Cartel conmemorativo de Henrietta Lacks en Clover, Virginia (EE UU) «Nacida en Roanoke el 1 de agosto de 1920, Henrietta Pleasant vivió aquí junto a sus parientes después de la muerte de su madre en 1924. En 1941 se casó con David Lacks y, como muchos otros afroamericanos se mudó a Baltimore, Maryland, buscando empleo en tiempos de guerra. Murió de cáncer de cuello uterino el 4 de octubre de 1951. Muestras de su tejido célular fueron tomadas sin su permiso (como era usual en aquellos tiempos) para investigación médica. Sus células se multiplicaron en altas tasas y sobrevivieron de una manera  extraordinaria dando origen a la mundialmente conocida como «línea HeLa», el estándar de oro de las líneas celulares. Con ellas, Jonas Salk, desarrollo la vacuna contra la polio. Henrietta Lacks, cuya muerte salvó incontables vidas, está enterrada en las inmediaciones.  / Crédito: Wikipedia.

Cuando Henrietta asistió a una clínica de cáncer en Johns Hopkins en Baltimore en enero de 1951, el único hospital en el área que trataba a afroamericanos en ese momento, no sabía que lograría una especie de ‘inmortalidad’.

Su cirujano, Howard Jones, tomó una biopsia de tejido de su útero canceroso sin su conocimiento y, por tanto, sin su consentimiento. Jones se las pasó a George Otto Gey, médico e investigador del cáncer en el mismo hospital de Baltimore, quien quedó asombrado por la capacidad de aquellas células para replicarse en cultivo de laboratorio.

Normalmente, las células cancerosas se dividían varias veces y luego morirían antes de que se pudieran realizar estudios con ellas. Pero las de Henrietta siguieron dividiéndose y dividiéndose, siempre y cuando se les alimentara con la combinación correcta de nutrientes para que crecieran.

Primera línea celular humana

A partir de esa observación, las células cancerosas de Henrietta se convirtieron en la primera «línea celular» humana que se estableció en cultivo. Gey las nombró por las dos primeras letras de su nombre: HeLa…  Y comenzó la historia.

Henrietta Lacks (1920-1951) alrededor de 1945-1950. /Wikimedia

Desde entonces, las células HeLa se han convertido en la línea celular humana más utilizada en la investigación biológica, de hecho, fueron fundamentales para muchos avances biomédicos del último medio siglo. Jonas Salk, por ejemplo, las usó en 1954 para desarrollar la vacuna contra la poliomielitis y en la década de 1980 los investigadores del sida las usaron para identificar y aislar el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH).

En los últimos años, las células HeLa fueron cruciales para la revolución «ómica», que va desde la genómica hasta la transcriptómica y la proteómica.

Recientemente se han otorgado al menos dos premios Nobel por investigaciones con células HeLa. Uno sobre el vínculo entre el virus del papiloma humano y el cáncer de cuello uterino (2008 a Harald zur Hausen), que se compartió con los descubridores del VIH (Luc Montagnier y Francoise Barre-Sinoussi), y el otro sobre el papel que juega la enzima telomerasa en la prevención de la degradación cromosómica (2009 de Elizabeth Blackburn, Carol Greider y Jack Szostak).

Todos los descubrimientos científicos se realizaron a espaldas de la extensa familia de Henrietta, se les mantuvo en la oscuridad sobre lo que sucedió con el legado involuntario de su antepasada a la ciencia médica hasta hace relativamente poco tiempo. Este ha sido un “descuido” impactante que condujo en los EE UU a un cambio en las reglas éticas básicas que cubren la toma y el uso de biopsias hospitalarias sin consentimiento informado. La historia de la vida y el más allá de Lacks se pueden entender mejor en La vida inmortal de Henrietta Lacks, una novela escrita por Rebecca Skloot.

Actualmente, existen más de 70.000 estudios publicados relacionados con el uso de células HeLa en varios campos de la ciencia, como el cáncer, la biotecnología o la inmunología. Además, las células HeLa se pueden adquirir en diversas compañías proveedoras de líneas celulares por un precio cercano a los 600 € por vial.

Es cierto que la ‘donación’ involuntaria de estas células a la ciencia ha sido extremadamente útil para hacer nuevos descubrimientos, pero partimos de una situación en la que la muestra original se obtuvo sin el consentimiento expreso de la paciente.

También es verdad que, actualmente, en la mayoría de los países esto no podría ocurrir, pero la pregunta es si es lícito seguir usando estas células obtenidas sin reconocimiento alguno a Henrietta Lacks o sin que sus descendientes tengan el debido reconocimiento legal y/o económico. Son cuestiones éticas de las células que probablemente tengamos que resolver en el siglo XXI.

María Montoya es jefa del grupo de Inmunología Viral en el Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas (CSIC)
Fuente: SINC.