A partir de este desarrollo la startup fundada por emprendedores argentinos se posicionó como uno de los primeros laboratorios del mundo capaces de editar genéticamente el cannabis y obtener plantas mejoradas para aplicaciones medicinales e industriales.
Durante siglos, la utilización del cáñamo derivado de la especie Cannabis Sativa fue una práctica extendida para una gran variedad de aplicaciones que incluían desde el uso de su fibra -para la obtención de cuerdas y textiles- hasta su procesamiento para la producción de papel. Sin embargo, en 1961, las Naciones Unidas incluyeron este cultivo en una lista negra, dando origen así a su prohibición mundial. En consecuencia, el prohibicionismo desalentó el estudio científico de esta planta, sus propiedades y sus potenciales nuevas aplicaciones.
En los últimos años, a partir del resurgimiento y del crecimiento exponencial que experimenta la industria del cannabis para aplicaciones medicinales e industriales, tres emprendedores argentinos fundaron una startup que logró posicionarse como uno de los primeros laboratorios del mundo capaces de editar genéticamente el cannabis para eliminar su principal componente psicoactivo: el tetrahidrocannabinol (comúnmente conocido como THC).
Las variantes de plantas obtenidas pueden evitar millonarias pérdidas en esta industria ya que para aplicaciones medicinales e industriales la legislación vigente establece que el nivel de THC de una planta de Cannabis Sativa no puede superar el 0,3% y, en condiciones naturales, la planta expresa contenidos de THC superiores a este porcentaje con lo cual habría que someterla a costosos procesos extractivos del canabinoide para su utilización de manera legal.
Ante este escenario, Ramiro Olivera -especialista en biotecnología animal y director general del laboratorio Cálice Biotech– junto a sus socios Esteban Hernando -especialista en biotecnología vegetal- y Alejandro Germe -director de finanzas y estrategia- se propusieron editar el genoma del cannabis utilizando la técnica conocida como CRISPR-Cas9, y lograron modificarlo obteniendo plantas mejoradas para aplicaciones medicinales e industriales.
El primer paso consistió en identificar el gen asociado con la presencia de THC en la planta. Una vez identificado este gen, el equipo logró obtener el material genético a introducir en la planta: una enzima que “corta” el ADN con una guía de ácido ribonucleico (ARN) para orientarla con precisión hasta la región del genoma a modificar. Su objetivo fue “desactivar” el gen para interrumpir la síntesis de THC, lo que permitió generar plantas mejoradas sin ser consideradas transgénicas ya que no se utilizó material genético ajeno a ellas. Luego de obtenidas las células editadas, se seleccionan y se regeneran en una planta nueva mediante el cultivo in vitro que se realiza en pequeños recipientes con agar rico en hormonas y nutrientes. Una vez que pasan a la etapa de invernadero, son evaluadas molecularmente para comprobar el éxito del desarrollo.
Las pruebas de laboratorio resultaron efectivas, validando la tecnología utilizada y estableciendo un gran avance en ciencia y tecnología para la Argentina y la región, que permitirá continuar experimentando en otros desarrollos de mejoramiento de interés productivo para este y otros cultivos.
Se prevé que en pocos años la fibra del cáñamo compita con la del algodón. En tal sentido la industria del cáñamo demandará plantas mejoradas que puedan ser aplicadas a manejos extensivos. Por eso, las herramientas desarrolladas por el laboratorio Cálice Biotech servirán para generar plantas -no transgénicas- que sean más resistentes a las inclemencias climáticas y a patógenos, y que sean más productivas y eficientes en la utilización de recursos reduciendo así los costos de producción.
El laboratorio Cálice Biotech cuenta con el apoyo del CONICET, la Universidad de San Martín, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial y la Fundación Instituto Leloir.
Fuente: La Nación
Imágenes y fotos: Cálice Biotech y La Nación.