La aprobación del uso o comercialización de organismos genéticamente modificados y sus derivados avanza en todo el mundo pero… ¿sabemos qué significa cuando se habla de modificación genética de organismos y/o alimentos?
Durante el transcurso de este año, a través de diferentes noticias, nos fuimos enterando sobre la aprobación por parte de varios países para el uso o la importación de productos transgénicos y/o sus derivados. Por ejemplo, el gigante oriental, la República Popular China, aprobó luego de casi 6 años de estudio la importación y comercialización de la soja argentina transgénica tolerante a la sequía y sus derivados. Asimismo, la autoridad regulatoria que comparten Australia y Nueva Zelanda, dió luz verde al trigo transgénico argentino (HB4). Días después, la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos también concluyó de manera favorable la evaluación del trigo HB4. A fines del año pasado, Brasil también aprobó su comercialización como harina.
Por más increíble que suene, todos estos hitos fueron posibles gracias a una investigación desarrollada por científicas y científicos del CONICET sobre la planta de girasol. Pero…¿Qué tiene que ver el girasol con la soja y el trigo? Bueno, para esto tenemos que entender primero a qué nos referimos cuando hablamos de transgénicos u organismos genéticamente modificados.
Los organismos genéticamente modificados u OGM son aquellos cuyo ADN fue modificado a partir de prácticas de biotecnología para introducir una característica especial -expresada normalmente en un gen determinado- en una célula de otra especie vegetal o animal. La ingeniería genética permite pasar el gen deseado de una planta a otra o de un animal a otro.
Volviendo al desarrollo argentino, resulta que la científica Raquel Chan, junto a su grupo de investigadoras e investigadores del Instituto de Agrobiotecnología del Litoral, comenzaron estudiando la planta del girasol para descubrir cuáles son las características genéticas que le otorgan a este cultivo su alta tolerancia al estrés hídrico o sequía. Luego de años de investigación, el grupo descubrió un gen particular -al que identificó como HB4- como el responsable de que el girasol tenga una extraordinaria capacidad para resistir condiciones climáticas de sequía intensa.
A partir de allí, utilizando técnicas de biotecnología e ingeniería genética, la Dra. Chan y su equipo lograron transferir dicho gen (HB4) a dos cultivos característicos de nuestro país, la soja y el trigo, dotándolos de una resistencia especial ante escenarios de disminución de precipitaciones y sequías prolongadas.
Grupos ambientalistas desaprueban la utilización de OGM bajo el argumento que no se respeta la selección natural, y a la desconfianza que les genera el producto final respecto de los cruces genéticos forzados, que en la naturaleza no se podrían dar. Otras agrupaciones, imaginan una teoría conspirativa basada en que los gigantes de la industria alimentaria están estrechamente relacionados con los centros de biotecnología de punta a nivel mundial y fomentan los desarrollos de los OGM para controlar su producción, monopolizar su comercialización y maximizar sus ganancias económicas.
Lo cierto es que se han realizado innumerable cantidad de estudios, tanto para probar su seguridad como para probar que podían llegar a ser nocivos para la salud humana y una de las investigaciones más importantes, revelada en 2016, confirmó que los transgénicos son igual de sanos que el resto de los alimentos y que no se han encontrado pruebas concluyentes de que este tipo de variantes agrícolas sean causantes de problemas ambientales o de salud. Sin embargo, el estudio sí reconoce que la resistencia de los transgénicos a ciertos herbicidas está causando un problema mayor en la agricultura a nivel mundial, ya que otras plantas e insectos están desarrollando inmunidad a los herbicidas que se utilizan en el cultivo de los OGM.
Otra realidad muy contundente es que, para poder brindar alimentos a la creciente población mundial, es preciso adoptar y desarrollar las mejores tecnologías que posibiliten obtener mayores rindes y mejorar la eficiencia en la utilización del resto de los recursos naturales utilizados en la producción de alimentos. En ese sentido la gran mayoría de los productores se amparan en los beneficios que traen aparejados los transgénicos, respecto a la disminución de los costos de producción, y en la mayor flexibilidad en el manejo de los cultivos, que resultan con mayores rendimientos y mejor calidad del producto final.
Finalmente, cabe aclarar que cada país es soberano y responsable respecto a las regulaciones para la utilización y comercialización de organismos genéticamente modificados de diversa procedencia, y normalmente los somete a análisis científicos rigurosos previos a la aprobación por las autoridades de seguridad alimentaria gubernamentales correspondientes.
Según estadísticas publicadas en 2019 por el Consejo Argentino para la Información y el Desarrollo de la Biotecnología: Estados Unidos, Brasil, Argentina, Canadá, India, Paraguay, China y Sudáfrica, entre otros, integran un grupo de 29 países que autorizaron áreas de cultivo y producción de OGM. Asimismo, hay otros 42 países que autorizaron su comercialización, totalizando un total de 71 países que aprobaron de alguna manera el uso de transgénicos en su territorio
Datos actualizados de la campaña 2021-2022 de los principales cultivos genéticamente modificados en Argentina:
Gráficos: Consejo Argentino para la Información y el Desarrollo de la Biotecnología.
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