POR Abril Suárez para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ
Localizado en el medio del Océano Pacífico Sur, se halla tan lejos de tierra firme que los astronautas son los únicos humanos que se acercaron.
El ser humano, empeñado en comprender los misterios del universo, aún desconoce mucho acerca del mismo planeta que habita. En el océano, el lugar más extenso sin explorar, se halla el Punto Nemo. En 1992, Hrboje Lukatela, un ingeniero croata, fue la primera persona que localizó este lugar utilizando un programa de geolocalización. Lo nombró por primera vez como “polo oceánico de inaccesibilidad”, pero luego la comunidad científica lo apodó Punto Nemo. Este segundo apodo deriva de un famoso personaje de una novela del escritor Julio Verne. Nemo, en latín, significa “nadie”, lo cual resulta apropiado tratándose de un lugar inhabitado.
Pero, ¿por qué es tan difícil visitarlo? El Punto Nemo está localizado en medio del Océano Pacífico Sur, a más de 1.600 kilómetros de las costas de tres islas lejanas. Al norte tiene a la Isla Ducie, al noreste a Motu Nui y hacia el sur a la Isla Maher. Se trata de una zona que cuenta además con una profundidad de 3.700 metros aproximadamente. El sitio se encuentra tan lejos de tierra firme que los astronautas suelen ser los humanos más cercanos a esa ubicación. La Estación Espacial Internacional orbita la Tierra a un máximo de 416 km, mientras que la más cercana masa terrestre habitada está a más de 2.700 km. Por eso se dice que en esta zona el “sonido humano” es prácticamente inexistente.
En el Punto Nemo, viven muy pocos seres vivos. Esto se debe a que este sitio se encuentra en medio del Giro del Pacífico Sur, una inmensa corriente oceánica giratoria con aguas superficiales de 5,8 °C, que bloquea la entrada de corrientes más frías cargadas de nutrientes. Además, al estar tan alejado de las masas de tierra tampoco llegan grandes cantidades de materia orgánica arrastradas por el viento, lo que prácticamente vuelve estéril a la zona. Por esta razón, esta región es apta únicamente para la proliferación de bacterias que pueden sustentar a seres como el cangrejo yeti.
La creencia de que es un punto biológicamente inactivo llevó a la NASA a considerar al Punto Nemo como un ‘cementerio’ de naves espaciales. El área no se utiliza para ninguna otra actividad humana como el transporte marítimo o la pesca, por lo que allí son desechados los satélites y las estaciones espaciales en desuso.
Así, el Punto Nemo se convierte en una mina de oro para los futuros arqueólogos. La acumulación de basura en esa zona podría proporcionar información importante sobre cómo ha cambiado la tecnología conforme pasó el tiempo. En el lugar ya cayeron aproximadamente 300 artefactos espaciales. Uno de los más reconocidos es la estación espacial rusa Mir, que fue reemplazada por la Estación Espacial Internacional (EEI). A su vez, será sacada de órbita en 2031, llevándola a través de la atmósfera para aterrizar en el océano Pacífico, más precisamente en el Punto Nemo.
Más allá de la basura espacial y a pesar de ser uno de los puntos del planeta menos concurridos, este lugar y sus alrededores tampoco se libran de los plásticos y los desechos humanos provenientes de barcos o de la costa, que las corrientes giratorias atrapan y desmenuzan en pequeños pedazos. Una basura marina que también podría estar provocando desequilibrios en el ecosistema marino.
Sin importar la distancia, el Punto Nemo constituye una desafortunada muestra de hasta dónde es capaz de impactar negativamente el ser humano sobre la naturaleza que lo rodea.