Con el período vacacional un gran número de personas sale en busca de tranquilidad. Muchas se proponen darle un respiro al celular y otros accesorios digitales, pero ¿nos podemos aislar de las redes sociales? Una serie de investigaciones nos sacan la duda.
Con la época estival también llegan los planes para vacacionar. Dormir más, viajar, leer, planificar y tal vez usar menos las redes sociales. Según una encuesta realizada en Reino Unido en años pasados (The UK Gadget Habit Report), en vacaciones los británicos utilizaron un 38% más sus dispositivos tecnológicos respecto a su rutina diaria. Tan solo uno de cada diez dijo haber conseguido desconectar por completo de estas tecnologías en sus días de descanso.
Para satisfacer este deseo, cada vez hay más opciones turísticas que ofrecen una desconexión digital total mientras están de vacaciones. Pero, ¿realmente es efectivo? Al ser un área de investigación muy reciente, con pocos estudios al respecto, no es posible establecer conclusiones sólidas sobre los efectos de esta desconexión tecnológica. Sin embargo, podemos analizar alguna de las investigaciones realizadas hasta el momento en Europa y Oceanía. Un estudio llevado a cabo por investigadores de Reino Unido y Nueva Zelanda midió cómo se sentían 24 participantes de entre 20 y 50 años que habían viajado por diferentes países y que desconectaron de sus dispositivos tecnológicos durante, al menos, 24 horas.
Según los autores, las personas con un mayor uso previo de la tecnología experimentaron mayor ansiedad, frustración y confusión al dejar de usarla, pero se les pasó en el curso de un día. “A la mayoría de los turistas les lleva menos de 24 horas superar la primera etapa y empezar a disfrutar de la experiencia libre de tecnología. Entonces se sienten más comprometidos con los entornos que les rodean, conectan más con los lugareños y pasan más tiempo de valor con sus compañeros”, explica Wenjei Cai, investigador de la Escuela de Negocios de la Universidad de Greenwich (Reino Unido) y autor principal del estudio, que se publica en Journal of Travel Research.
Uso excesivo, más que adicción
Aunque la investigación cita varias veces el concepto de “abstinencia” para explicar los síntomas que experimentaron los participantes, lo cierto es que no estamos hablando de una adicción. Las autoridades de salud mental de referencia no han clasificado el uso excesivo de internet, del celular o de las redes sociales como tal. En una revisión de la Clasificación Estadística Internacional de Enfermedades, los expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo que sí incluyeron fue el trastorno por uso de videojuegos dentro de los trastornos debido a comportamientos adictivos, que incluyen también los juegos de apuestas.
Este trastorno engloba tanto videojuegos utilizados a través de internet como sin conexión a la red. Tal y como se detalla en su definición, en este caso “el patrón de comportamiento es lo suficientemente grave como para dar lugar a un deterioro significativo a nivel personal, familiar, social, educativo, ocupacional o en otras áreas importantes de funcionamiento”.
Con la mal llamada “adicción” al celular o a las redes sociales no estaríamos ante un cuadro similar y por eso los expertos recomiendan hablar de uso excesivo o abuso. “El concepto de adicción a internet es muy poco específico porque internet no es una conducta, es un medio a través del cual hacemos muchísimas cosas. Suponer de entrada que todo eso puede ser potencialmente adictivo es bastante dudoso”, puntualiza Eparquio Delgado, psicólogo del Centro Rayuela y divulgador científico.
“La gente que leía no ha dejado de hacerlo, ni tampoco ha dejado de salir con los niños al parque si antes lo hacía”, resalta el psicólogo. En su caso concreto, el pasado verano, coincidiendo con las vacaciones, decidió desconectar de las redes sociales durante cinco semanas. Lo hizo porque prefería dedicar ese tiempo a otras cosas, como estar con su hija o leer. Y al hacerlo no pasó nada, ni síndrome de abstinencia ni nada parecido. Simplemente se acordaba de ese hábito y cuando pensaba en compartir algo, no lo hacía porque había dejado de hacerlo.
Abuso de redes sociales
Numerosas investigaciones han analizado cómo afecta el abuso de las redes sociales a la salud mental, especialmente en los más jóvenes. Los principales problemas estarían ligados con casos de ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático, trastorno por déficit de atención e hiperactividad y problemas de autoestima. También con un mayor consumo de alcohol y con peores resultados académicos.
Eduardo J. Pedrero, asesor técnico en la Unidad Técnica de Formación e Investigación de Madrid Salud, destaca lo que se deja de hacer cuando se abusa de estas tecnologías. “Disminuye la actividad física, se restringen las relaciones cara a cara, hay una competición temporal con los estudios o la actividad laboral y las personas se refugian en un mundo virtual, renunciando a una realidad más compleja”, enumera. Además, según el experto, también se agravaría el problema que favoreció el abuso. Por ejemplo, si alguien con tendencia a la depresión usa en exceso el celular y sus aplicaciones “puede proteger su autoestima de las amenazas del mundo real en un primer momento, pero probablemente va a agravar los síntomas depresivos cuando se incremente el aislamiento”, sostiene.
Eso en cuanto a las personas que tienen un uso problemático de las tecnologías, pero, ¿qué hay de las que, teniéndolas, no las utilizan? Es lo que se preguntaron Pedrero y un equipo de investigadores, que querían averiguar si estas personas gozaban de una mejor salud mental que sus polos opuestos. Nada más lejos de la realidad. En una muestra de 6.820 personas de entre 15 y 65 años que vivían en Madrid, el 7,5% declaró que no usaba su smartphone con regularidad. En comparación con quienes sí lo usaban con frecuencia, estos usuarios tenían una edad media más alta, eran más hombres que mujeres, residían en distritos menos desarrollados, con un menor nivel de ingresos y un nivel educativo más bajo. En cuanto a su salud, mostraron peores indicadores de salud mental, una calidad de vida más baja, mayor sedentarismo, tendencia al sobrepeso y un mayor sentimiento de soledad.
“Puede ser tan problemático que se dediquen muchas horas a usar el móvil como que la persona se sitúe al margen de un comportamiento generalizado que facilite sus relaciones sociales o su adquisición de información, entre otras cuestiones”, aduce Pedrero. “Y así parece ser según los resultados de nuestro estudio”, añade.
La rehumanización de los gurús
En Silicon Valley, el corazón de las grandes tecnológicas, algunos de los gurús que trabajaron para estas empresas han marcado distancia y hoy alertan de los peligros potenciales de los productos desarrollados. Es el caso de Tristan Harris, que trabajó como experto en ética para Google y que hoy lidera el Centro para una Tecnología Humana, una organización independiente sin ánimo de lucro formada por exejecutivos de las tecnológicas y diferentes expertos en humanidades, filosofía o educación.
Su objetivo es impulsar un cambio integral hacia una tecnología más humana, cambiando la forma en la que los tecnólogos conciben su trabajo y en cómo diseñan los productos. Nir Eyal ha asesorado a la industria tecnológica y conoce bien los recursos que utilizan para que nos enganchemos a las redes. Eyal cuenta qué hace para gestionar su tiempo. “Decido el tiempo que voy a dedicarle a la tecnología y no permito que me distraiga de lo que quiero hacer porque tengo un espacio en mi horario donde planifico usarla”, afirma.
Aunque admite que antes se distraía mucho, al escribir el libro Indistractable (2019) su gestión del tiempo cambió. “En mi horario tengo espacios para usar Facebook, Instagram, WhatsApp, Slack…”, indica. Sobre la posibilidad de abandonar por completo las redes para que no nos quiten tiempo de otras cosas más importantes, Eyal no es partidario de hacerlo y lo compara con la inutilidad de las dietas détox, “que no funcionan”. Lo que propone es averiguar las cuestiones que subyacen a este comportamiento, es decir, ir a la causa, a por qué nos distraemos, sin que haga falta una desconexión total. Y eso se aplicaría en vacaciones y en el día a día habitual.
Fuente: Diario El País
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