POR Ayelén Milillo y Soledad Gori para Ciencia Anti Fake News
¿Alguna vez te preguntaste qué es una emoción? Una emoción es más que ese picor en los ojos y esa voz quebrada. Es mucho más que algo que sentimos cuando amamos o nos enojamos. Hace miles y miles de años que las emociones nos acompañan y se han conservado en nuestro linaje evolutivo porque nos resultan beneficiosas. Las emociones consisten en pautas de respuestas fisiológicas y conductas típicas de especie. Son los objetivos útiles de las conductas emocionales los que han guiado la evolución de nuestro cerebro (los sentimientos entraron en juego bastante más tarde).
Una emoción es una respuesta automática ante estímulos del ambiente que nos permite actuar rápidamente, tomar decisiones y hasta interactuar con otras personas. Son circuitos de supervivencia alojados en nuestro cerebro y que, expresadas o no, allí están. Han sido vitales para la evolución humana, y se cree que sus orígenes son mecanismos básicos neuronales del tipo “castigo y recompensa” que presentan los animales (¿alguna vez oíste hablar del perro de Pavlov? y de la caja de Skinner? Googleá y sorprendete!).
Las emociones humanas nos han proporcionado una mayor adaptación al medio, una mayor capacidad de supervivencia y tienen incluso una dimensión social. Son universales, no son culturalmente aprendidas. Acá o en la China, una sonrisa nos remite a la alegría y un ceño fruncido al enojo (ya viste Lie to me?). La expresión facial, la postura corporal, las palabras y el tono de voz están conectados biológicamente con las emociones.
Pero, ¿qué pasa cuando nuestro cuerpo no responde como se espera a las emociones, cuando no podemos controlarlas o cuando nos desbordan?
¿Estrés, ansiedad o miedo?
El estrés es un mecanismo fundamental en la historia evolutiva de las especies animales para sobrevivir ya que hace millones de años que nos prepara para la huida o la lucha ante la aparición de potenciales depredadores.
El problema apareció cuando el estrés se volvió un estado crónico. Antes, se resolvía rápidamente; ante el peligro, el animal percibía y su cuerpo reaccionaba: lograba escapar o moría. Fin de la historia. Con la evolución del humano y los cambios en el ritmo y estilo de vida, se generó un desbalance en esta respuesta. Los trastornos derivados de excesos de respuesta al estrés se volvieron uno de los problemas de salud mental más relevantes de nuestra época.
El miedo y la ansiedad son dos emociones asociadas al estrés y muy relacionadas aunque distintas. El miedo tiene que ver con el tiempo presente; es una especie de alarma primitiva que nos prepara para la acción ante un peligro inminente. La ansiedad en cambio es una respuesta direccionada al futuro. El peligro no es inminente pero tenemos gatillados todos los mecanismos que nos hacen escapar o luchar. El peligro está distante pero nosotros ya estamos preparados, a la espera.
Estas respuestas están comandadas por el sistema nervioso simpático. Este sistema, lejos de ser “simpático” (cuak), nos genera un combo de respuestas automáticas en nuestro cuerpo que nos hacen sentir no muy bien: el corazón bombea rápido y fuerte para llevar sangre a los músculos (ya sea para escapar o para luchar), respiramos más rápido y hondo para oxigenar mejor nuestra sangre lo que puede marearnos, los músculos se tensan, sudamos frío, se nos seca la boca. El cuerpo se prepara para la lucha o la huida y toda nuestra sangre se va del sistema digestivo hacia el muscular y aparecen las “mariposas” en la panza. También ante una situación de miedo, abrir los ojos nos ayuda a que nuestro campo visual y nuestra sensibilidad ocular se amplíen y podamos identificar el peligro que nos rodea. Lo más interesante es que lo reconocemos como una conducta asociada al miedo cuando la vemos en otras personas. Sin embargo, esto no es una regla: otras personas tienden a cerrar los ojos para dejar “atrás” el estímulo (sí, adivinaste, esta conducta no sería muy beneficiosa para la especie).
ASPO y redes sociales: ¿enemigos de la salud mental?
Poder expresar las emociones e interpretar las de otros y otras nos permite interactuar y sobrevivir como comunidad. Aunque no lo creas, esto está medido. En un estudio, los científicos Christakis y Fowler siguieron a 5000 personas durante 20 años y notaron que compartir las cosas buenas que les pasaban con otras personas, les daba satisfacción y mejoraba su calidad de vida. Diversos estudios han demostrado que las personas que presentan vínculos sociales estrechos con otras personas tienen presión arterial más baja, niveles más bajos de hormonas del estrés y sistemas inmunológicos más fuertes que aquellos que no los tienen. En 2010, científicos de la Universidad Brigham Young analizaron varios estudios que recopilaban datos de más de 300.000 personas seguidas en el tiempo. En la investigación los individuos que más relaciones tenían mostraron mejores niveles de salud y perspectivas de vida. Queda aún por demostrar si las personas intrínsecamente felices, tranquilas, positivas son más propensas a generar vínculos. Están bien porque tienen vínculos o tienen vínculos porque están bien?
El aislamiento, por otra parte, está vinculado a enfermedades mentales, ansiedad y mala salud. Especialistas advierten que las comodidades modernas y la tecnología pueden conducir a que los contactos sociales se den solo por esta vía y se pierda el “cara a cara” con los beneficios que esto posee.
En relación a esto, la psicóloga Yasmín Milillo (MP 55270) no dudó en responder acerca del aumento en el número de consultas relacionadas a la ansiedad en pandemia y ahora, en post-pandemia. Su respuesta fue un SÍ contundente: “Hay un aumento generalizado de las demandas por ansiedad, no sólo post pandemia, si no hace unos cuantos años que desde salud mental se viene notando esto. La ansiedad, al menos desde nuestro punto de vista del psicoanálisis, es un síntoma de la época actual. Para nosotros, la ansiedad es una expresión de angustia, un síntoma en el cuerpo. La persona no tiene conocimiento de lo que le pasa. Es el modo sintomático de tramitar la angustia, en el cuerpo. También se manifiesta como una dificultad para encontrarle un sentido a lo que le pasa”.
En torno al uso y/o abuso de las redes sociales, sobre todo entre los jóvenes y adolescentes, sin dudas es un tema álgido. Es un arma de doble filo ⚖️. Por un lado, es acceso a información de manera instantánea, es el encuentro con la persona que está lejos, es el descubrir nuevos modos de estudiar y trabajar. Pero también el uso indiscriminado de redes sociales genera no sólo ansiedad 😰 sino también síntomas ligados a la depresión o al estrés.
Hablamos de adicción cuando el uso de las redes comienza a interferir en los vínculos del día a día por ejemplo, o en el desarrollo de las actividades cotidianas.
Y qué mejor que hablar de influencers cuando de adicción a las redes se habla. «Algo que se repite en las redes es que celebrities muestran continuamente una vida perfecta, fotos, videos, reels, TikToks con figuras de cuerpos hegemónicos, llenos de filtros, lujos, vida feliz, vínculos perfectos» comenta Yasmín. Hay cierto placer que conlleva el ver eso en las imágenes, algo así como una vida que no se tiene, como un ideal al cual aspirar. Como si ese ideal existiera. Y ni hablar del número de Me gustas y Compartidas. La obsesión por el numerito.
Pero no todo está perdido! En los últimos meses, varios y varias famosas, sobre todo, jóvenes, optaron por postear situaciones de ansiedad y angustia que estaban atravesando, a fin de concientizar sobre la #saludmental.
Cómo vemos en la imagen, la cantante Camila Cabello muestra otro lado no tan «perfecto» de su vida. «Si miras mi feed de Instagram durante el último año, verás fotos mías escribiendo en el estudio, llevando un vestido increíble justo antes de subir al escenario para actuar, otras en las que salgo acurrucada con mi perra, o fotos en las que estallo de emoción mientras canto”.
#HarryStyles, por otro lado, siempre tuvo problemas con la perfección y le importaba mucho la opinión del público y no disfrutaba de lo que hacía. Cuando aprendió y decidió soltar, hablar, dejar de aparentar, le empezó a ir mejor. “No podés arrepentirte de algo que disfrutás haciendo. Eso es el éxito, no lo que la gente opina” dijo en una nota. Respecto a las redes sociales, Harry no se avergüenza de decir que siente que tiene que publicar todo el tiempo, que es una obligación para que “no se olviden de él”.
No quedan dudas de la ansiedad que generan las redes ya sea por su velocidad así como por funcionar como una vidriera desde la cual uno compara su vida con la de los demás.
Y si pensamos en famosas locales, #LaliEspósito hace poco habló también sobre la ansiedad en relación con las confesiones de una de las participantes del reality La Voz. “Yo no me crié con el concepto de la ansiedad. Ahora la reconozco en mí y en los otros. Todo parece que si no lo tomo YA es efímero, y me voy a perder la oportunidad”.
Para cerrar Yasmín nos regala una verdad que nos deja pensando: “Es curioso que a medida que van pasando los años las redes se volvieron menos simbólicas, es decir, no usan tanto las palabras para debatir o comunicarse sino que se apela sólo a la imagen. Cuando hace 10 años Facebook estaba de moda se armaban debates en los posteos, eso llevaba a pensar más allá de lo que uno ve. Hoy en instagram son sólo fotos. Es un fenómeno que creo que se está dando, no es peor o mejor, sino diferente”.
Dime qué red usas y te diré cómo te sientes
En el año 2017, en un reporte de la Royal Society for Mental Health de Reino Unido, se examinaron los efectos positivos y negativos de las redes sociales en la salud de los jóvenes. YouTube se consolidó como la red más positiva, mientras que Instagram y Snapchat se ubicaron como las más nocivas para el bienestar y salud mental de los jóvenes.
Si bien se reportaron efectos positivos con el uso de las redes (el increíble ☯️ de las redes sociales), una mejora en el acceso a información experta y a experiencias de otras personas relacionadas a temas de salud y un sentimiento de apoyo emocional en personas que usan redes, otros puntos importantes y que hay que tomarlos seriamente fueron:
# 1 de 2 personas encuestadas de entre 14-24 años dijo que Ig y Fb exacerbaron su ansiedad.
# 2 de 3 dijeron que en Fb empeoró el cyberbulling.
# 7 de 10 dijeron que Ig los hizo sentir peor sobre su imagen.
# Los índices de ansiedad y depresión en los jóvenes (16-24 años) aumentaron un 70% en los últimos 25 años. 😱
# El uso de las redes sociales está conectado a un aumento en los índices de ansiedad, depresión y de mala calidad del sueño.
Entonces, nos queda claro que las relaciones estrechas nos sostienen y ayudan a nuestra salud mental y bienestar, mientras que el aislamiento, así como el uso abusivo de las redes sociales, puede desestabilizarnos.
También queremos destacar que la organización del cerebro moderno se mantiene así básicamente hace 35 mil años. Los cerebros de nuestros ancestros recibían menos estímulos en general, el mundo era más previsible. Sin embargo, la vida actual es una constante vorágine de estímulos. Sería algo así como cambiar el software, pero seguir con la misma compu añosa. Entonces, ¿te sigue pareciendo muy loco que nuestra salud mental se debilite?.
Esto puede pasarnos a todos y todas. Si sentís que tus emociones te desbordan PEDÍ AYUDA, CONSULTÁ, HABLÁ…
La SALUD MENTAL es importante. Que no te hagan creer lo contrario.
Edición de CAFN por Ezequiel Petrillo y Flor Sabbione.
Fuente e imágenes: Ciencia Anti Fake News.
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