POR María Ximena Perez para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ
A través de una interfaz tecnológica cerebro-máquina puede darse la comunicación entre mentes. Algunos avances en este campo científico.
La capacidad hipotética de comunicarse con la mente, es decir, la telepatía, o transmisión del pensamiento, es uno de los temas que más llama la atención de los científicos de todo el mundo, no solo por el misterio de su etiología, sino también por las numerosas especulaciones que se tejen a su alrededor. En ese sentido, a pesar de ser varias las teorías que se elaboraron para explicar el fenómeno, ninguna parece ofrecer una explicación científicamente satisfactoria.
En este marco, el mundo de la tecnología lleva tiempo abrazando la idea de transferir pensamientos y emociones directamente del cerebro a las máquinas. De hecho, existen varios estudios donde, a través de un instrumento tecnológico, la comunicación de cerebro a cerebro, es posible.
Un estudio de la Universidad de Washington logró utilizar la interfaz directa de cerebro a cerebro (BBI, por sus siglas en inglés) para intercambiar información entre los cerebros de dos personas. El experimento mostró que dos cerebros humanos pueden vincularse directamente y permitir que una persona adivine lo que está en la mente de la otra. La tecnología para hacerlo combinó neuroimágenes y neuroestimulación para permitir que los cerebros se comuniquen directamente a través de la codificación neuronal. Con BBI, el contenido de un cerebro “emisor” se extrajo de sus señales neuronales, se digitalizó y luego se volvió a codificar en un cerebro “receptor” como actividad neuronal inducida. A través de este método, parejas de participantes pudieron jugar un juego de preguntas y respuestas transmitiendo señales desde sus cerebros a través de Internet.
¿Cómo se llevó a cabo el experimento?
El primer participante (el “encuestado”) estaba equipado con una gorra conectada a una máquina de electroencefalografía (EEG) que registraba su actividad cerebral. Luego se les mostró un objeto, por ejemplo, un perro, y al segundo participante (el “indagador”) se le mostró una lista de posibles objetos y preguntas asociadas. Con el clic de un mouse, el investigador envió una pregunta al encuestado, quien tuvo la tarea de responder la pregunta simplemente enfocándose en una de las dos luces LED, una de las cuales representaba una respuesta negativa y otra representaba una confirmación. Una respuesta de “no” o “sí” envió una señal a Internet y activó una bobina magnética detrás de la cabeza del solicitante. Sin embargo, sólo una respuesta de “sí” pudo crear un estímulo lo suficientemente fuerte como para activar la corteza visual del investigador. Luego pudieron ver un destello de luz llamado fosfeno, que pudo verse como una gota, ondas o una línea.
Los experimentos se realizaron en laboratorios oscuros a casi una milla de distancia e involucraron a cinco pares diferentes de participantes. En general, pudieron adivinar el objeto correcto en el 72 por ciento de los juegos reales.
Leer una mente
El sistema nervioso está compuesto por millones de neuronas que se comunican enviando señales químicas llamadas neurotransmisores. Cuando una neurona recibe una de estas señales emite una mínima corriente eléctrica, y al ser millones de neuronas, el cerebro emite constantemente millones de corrientes eléctricas que pueden ser “leídas” con aparatos especiales. En ese sentido, la tecnología evolucionó al punto en el que el electroencefalograma y la resonancia magnética leen y “mapean” estas corrientes en el cerebro.
En otro experimento realizado por un equipo de investigadores, también de la Universidad de Washington, tres personas, que llevaban capuchas especiales que podían ‘leer’ sus cerebros, lograron completar un partido de Tetris sin comunicarse entre sí de ninguna otra manera.
Los instrumentos utilizados registraron el electroencefalograma, es decir, las señales eléctricas producidas por el cerebro, y realizaron una estimulación magnética transcraneal para activar determinadas áreas cerebrales desde fuera. En el experimento, dos personas colocadas frente a la pantalla del juego tuvieron que enviar instrucciones sobre cómo jugar a una tercera persona, quien decidía concretamente qué movimientos hacer.
Hace unos años, el fundador y CEO de Facebook, Mark Zuckerberg, dijo: “Algún día seremos capaces de enviarnos pensamientos complejos los unos a los otros de manera directa, usando tecnología. Bastará pensar en algo, y tus amigos podrán compartir la experiencia contigo de manera inmediata, si tú quieres”. No se refería, evidentemente, a la telepatía sino a una comunicación directa entre cerebros conectados por internet.
No parecería, entonces, que el ser humano esté tan lejos de lograrlo. Aunque la posibilidad de que la intimidad de la propia mente pueda ser objeto de espionaje, resulta, al menos, un poco inquietante.