A través de las neurociencias contemplativas se puede entrenar a nuestro cerebro para mantener en equilibrio los tres principales mecanismos que activan las emociones.
Si bien desde nuestros orígenes como especie convivimos con estos mecanismos, hace relativamente poco tiempo en términos evolutivos que la neurociencia encontró patrones comunes de comportamiento provocados por aquellos mecanismos que son los principales responsables de desencadenar nuestras emociones.
Se trata de tres conceptos principales los que motivan la relación entre nuestro cerebro y el resto del sistema nervioso. El primero se relaciona a nuestro sistema de defensa. Ante un estímulo, nuestro cerebro desencadenará una forma de responder que consiste en prepararnos para detectar amenazas y actuar, en consecuencia, para protegernos. Estas amenazas pueden ser físicas o psicológicas y siempre nos generan una emoción que puede ser miedo, enojo, vergüenza y/o asco. Estas emociones, como inteligencias propias del cuerpo, generan también nuestra tendencia a actuar.
En tal sentido y ante estas emociones, se comprobó que hay tres comportamientos básicos que podemos adoptar: luchar, huir o paralizarnos. En el primero de los casos, las personas pueden ponerse muy agresivas y violentas. Aquellas personas que optan por la huida son las que tienden a evitar el conflicto. Y finalmente están aquellas personas que se paralizan.
En todos estos casos y para el funcionamiento adecuado de este mecanismo es necesario que nuestro cuerpo libere ciertos neurotransmisores u hormonas. Los que nos preparan para la lucha o la huida son la adrenalina y el cortisol. La adrenalina hará que aumenten nuestras frecuencias cardíacas y respiratorias, hará que se redistribuya el flujo digestivo, y aumentará el diámetro de nuestras pupilas para poder ver mejor. Esto disparará nuestro nivel de estrés por lo que estaremos listos para reaccionar de alguna de estas tres maneras.
El segundo de los conceptos se basa en lo que se denominó como la búsqueda de recursos. Desde el inicio de los tiempos resultó determinante para los seres humanos buscar recursos para sobrevivir. Básicamente necesitamos alimentarnos y tener un refugio pero en la actualidad podemos estar buscando otros “recursos” como estatus o hasta una pareja. Se trata en general de emociones positivas que nos generan vitalidad, excitación, y el deseo de ir en busca de aquello que consideramos que es importante para nosotros. En estos casos en que logramos obtener algo, aquello que deseamos, el sistema nervioso activa lo que se conoce como el sistema de recompensa y que consiste en la liberación de dopamina en el cerebro que nos brinda una sensación placentera.
Finalmente, al último de los conceptos se lo conoce como sistema de cuidado y seguridad. Algunas funciones de este sistema son el descanso, la digestión, la restauración, la reparación y el crecimiento. Son funciones fisiológicas que tienden a generar cierta estabilidad en el cuerpo. Aquí entran en juego hormonas como la oxitocina y la endorfina. A partir de su liberación el sistema promueve vínculos seguros y confiables, los que nos conduce a la salud física.
Lo ideal sería que estos tres sistemas motivacionales estén en equilibrio y para lograrlo, la mente se puede entrenar, al igual que el cuerpo. Hoy en día se conocen diversas prácticas y a través de las neurociencias contemplativas, se puede ver cómo cada ejercicio estimula y genera neuroplasticidad en las distintas áreas cerebrales.
Fuente: Infobae.