Proyectan desarrollar nanosatélites en Misiones

La empresa FANIOT lanzó la primera fase del Programa FANSAT para el desarrollo de nanosatélites con tecnología IOT.

El plan de trabajo de la empresa FANIOT para este 2022 se divide en tres etapas. La primera tendrá como objetivo el desarrollo de antenas para el seguimiento y control de las unidades satelitales. La segunda y la tercera, se centrarán en la construcción de los dos primeros nanosatélites, y del control de misión y lanzamiento, respectivamente. La puesta en órbita de ambos nanosatélites está prevista para fin de año.

Créditos: FANIOT

Ahora bien… ¿Sabés qué es un satélite? En astronomía, un satélite es un objeto que orbita (da vueltas) alrededor de un planeta u otro objeto celeste. Pueden ser satélites naturales -como la Luna es de la Tierra- o satélites artificiales cuando se trata de los que son puestos en órbita por la humanidad y cumplen con algún propósito científico o tecnológico.

Por su parte, los nanosatélites son aquellos satélites cuya  masa va desde 1 kilogramo hasta los 10 kilogramos. Además, su particularidad es que operan en órbitas bajas de entre 400 kilómetros y 1000 kilómetros y asumen misiones muy específicas como la observación de la Tierra y/o sus factores meteorológicos, o funciones de telecomunicaciones, entre otros usos.

Los nanosatélites que prevé desarrollar FANIOT estarán conformados por dos unidades. La primera estará integrada con piezas y partes importadas, mientras que la segunda contará con tecnología 100% argentina que será desarrollada en las instalaciones de FANSAT en la provincia de Misiones y cuyo objetivo será testear su funcionamiento en el espacio. 

Una vez probados sus componentes la función de los dispositivos estará orientada a la recepción y el envío de datos de sensores en Tierra con sistemas embebidos IOT, con cobertura federal y con múltiples aplicaciones en diferentes segmentos de la industria y la educación. En la provincia utilizarán estos dispositivos para medir la humedad del suelo y la cantidad de dióxido de carbono que emite la selva misionera.

El Programa FANSAT, que cuenta con el apoyo económico del Consejo Federal de Ciencia y Tecnología,  es llevado adelante por el consorcio público privado FANIOT junto a la Universidad Nacional de Misiones.

Enterate más sobre la evolución de este proyecto acá: https://bit.ly/3wnuRN5

Fuente e imagen: FANIOT.

Luces y sombras de otros mundos: ¿Qué dice la ciencia sobre los ovnis y la vida extraterrestre?

POR María Ximena Perez para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Contribuciones científicas y la exploración espacial en la búsqueda de vida inteligente fuera de la Tierra. Algunas hipótesis y una mirada cultural desde el cielo argentino.

¿Hay vida en otros planetas? Es una pregunta que los humanos intentan responder desde hace siglos y a la que muchos científicos dedican sus investigaciones. “El descubrimiento de otros mundos y la posibilidad de encontrar vida en esos otros mundos es uno de los temas más candentes y primordiales  en ciencia espacial y astronomía”, asegura a la Agencia de noticias científicas de la UNQ Rodrigo Díaz, físico e investigador del Conicet en el Instituto de Ciencias Físicas (ICIFI-UNSAM). Pero, a pesar de que muchos examinaron el firmamento durante décadas en busca de señales de otra civilización, en pleno siglo XXI, solo existen un puñado de hipótesis y algunas teorías

¿Es el ser humano la única civilización avanzada en el Universo?. La ecuación de Drake parece implicar que tal tipo de contacto no es extremadamente raro. Créditos: theconversation.com

De Drake a la teoría de Darwin

La ecuación de Frank Drake, formulada en 1961, se considera la segunda más famosa de la ciencia, después de la de Einstein, y un poderoso motor para un abordaje científico de la búsqueda de vida extraterrestre, al trazar una hoja de ruta de todos los interrogantes que deberían contemplarse para calibrar las chances de contacto. El astrónomo estadounidense formuló su ecuación para calcular qué probabilidad existía de que otra civilización pudiera comunicarse con nosotros. Sus cálculos arrojaron un resultado de 0,00000003 por ciento. Parece una posibilidad mínima, pero el hecho es que Drake fue criticado por arrojar una estimación demasiado optimista. Si se tiene en cuenta que pueden contabilizarse entre 200 y 400 millones de estrellas en la Vía Láctea, la ecuación supondría que hasta 10 civilizaciones de esta galaxia poseerían vida inteligente y serían capaces de comunicarse con los terrestres.

Alan Stern, investigador de la misión New Horizons, que actualmente explora Plutón, y científico planetario en la Universidad de Boulder en Colorado, no duda de que los extraterrestres existen, pero sugiere que podrían vivir confinados en océanos subterráneos de mundos helados, parecidos a algunas de las lunas de Saturno y Júpiter, como Encelado y Europa. Los planetas congelados, con vastos océanos subterráneos atrapados bajo gruesas capas de hielo, son muy comunes. Para Stern, si esos planetas helados albergaran vida inteligente, muy probablemente no podrían establecer contacto con nadie, ni ser escuchados fuera de su entorno acuático, ya que las capas de hielo de la superficie bloquearían sus señales de radio, que no podrían propagarse por el espacio y ser captadas desde otros mundos.

El investigador Héctor Socas Navarro, del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), propone buscar huellas de posibles civilizaciones tecnológicas en lo que se llaman exocinturones de Clarke. El término fue acuñado por el escritor e inventor Arthur C. Clarke para referirse a la banda de satélites geoestacionarios que existe en torno a la Tierra. Y, según el investigador, su presencia podría ser captada en otros planetas si los satélites oscurecieran la luz de estrellas lejanas. 

La teoría propuesta por científicos de la británica Universidad de Oxford, en un nuevo estudio publicado en la revista International Journal of Astrobiology, titulado «Los alienígenas de Darwin», muestra por primera vez cómo la teoría de la evolución puede usarse para saber cómo es y puede desarrollarse la vida extraterrestre, ya que los alienígenas están potencialmente configurados por los mismos procesos y mecanismos que dieron forma a los humanos, como la selección natural. 

Entre OVNIs, UAPs y el Pentágono

El término OVNI suele asociarse con los alienígenas y las formas de vida inteligente provenientes del espacio exterior. No obstante, el nombre indica que se trata de aquellos elementos considerados como Objetos Voladores No Identificados. En mayo pasado, un nuevo capítulo se agregó a la búsqueda de vida extraterrestre, cuando en el Congreso de Estados Unidos, altos mandos del Pentágono informaron el aumento de “fenómenos aéreos no identificados” –UAPs, por sus siglas en inglés– en los últimos veinte años. Fue la primera audiencia de esta clase en medio siglo y el hecho significativo es que los funcionarios de inteligencia de defensa convocados anunciaron que los avistamientos son “frecuentes” y que muchos son “inexplicables”.

Al ser consultado por esta Agencia, Diego Bagú, astrónomo de la Universidad Nacional de La Plata, destaca que los reportes de los avistamientos son de la Fuerza Aérea y están más relacionados con el tema de la seguridad. “Muchos de esos ovnis bien pueden ser objetos de otras potencias. El tema está muy relacionado con la soberanía y la pelea entre naciones y no tanto con lo científico”, dice.

¿Qué lleva al ser humano a creer en vida extraterrestre?

En diálogo con la Agencia, el periodista Alejandro Agostinelli, editor de FactorElBlog.com, responde: “La motivación, el impulso de relacionar lo desconocido que se ve en el cielo con extraterrestres, tiene raíces culturales muy antiguas. Al final es la cultura la que proporciona la información, determina la posibilidad y alienta o no ciertas expectativas.” Y explica que “la idea de la posible existencia infinitos mundos habitados empezó a ser discutida por los filósofos presocráticos y nunca se agotó. Resurgió entre fines del siglo XIX y el siglo XX, con el aporte de teósofos y novelistas científicos, que a veces eran las mismas personas”.

Según el periodista, el interés público por estos temas es real. Sin embargo, siempre conviene actuar con escepticismo. “Hay que escuchar, recopilar, analizar con profesionalismo los testimonios ufológicos o paranormales, más allá de lo extraños que nos parezcan, asesorarse con especialistas científicos competentes para tratar de determinar las causas de estas experiencias y, si esto no es posible, atender a las posibles evidencias que respalden o desmientan las afirmaciones de los protagonistas”, plantea Agostinelli.

¿Hay alguien ahí? Puede que, finalmente, se encuentre una respuesta. O, tal vez, por mucho que la ciencia llegue a descubrir qué hay debajo de cada polvorienta manta de misterio, el ser humano nunca podrá desembarazarse de las explicaciones sobrenaturales.

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ 

El fenómeno de la astrofotografía en el país

«Es una disciplina que combina ciencia, técnica y arte. No hay astrofotografía posible sin conocer herramientas básicas de astronomía y de la parte técnica de la fotografía», asegura Mariano Ribas, divulgador del Planetario de Buenos Aires. Se calcula que en Argentina hay más de 10 mil aficionados a la astronomía.

Impulsada por los avances tecnológicos que permiten democratizar las posibilidades de retratar el cosmos, sin la necesidad de recurrir a aparatos muy sofisticados y costosos, la astrofotografía suma cada vez más aficionados en el país, a través de talleres y safaris grupales, y se consolida como una herramienta de promoción turística.

«Es una disciplina que combina ciencia, técnica y arte. No hay astrofotografía posible sin conocer herramientas básicas de astronomía y de la parte técnica de la fotografía. Y hay un poquito de arte también a la hora de componer la imagen«, sintetiza Mariano Ribas, responsable del área de divulgación científica del Planetario de Buenos Aires y uno de los astrofotógrafos de la vieja guardia que hacían foco en los cuerpos celestes con cámaras de rollo y revelado en la década del ’90.

(Foto: Mariano Ribas)

 

Ribas dice que es un camino natural para los apasionados de la astronomía: «Cuando empezás a manejar telescopios y observar objetos en el cielo, incluso como hobby, llega un momento que los querés registrar«, afirma. Y remarca que el disfrute es aún mayor –con sorpresa incluida- porque la cámara fotográfica «registra muchísimo más de lo que el ojo humano puede ver en un telescopio«. En Argentina hay destacados astrofotógrafos y no es de extrañar, según asegura el especialista, teniendo en cuenta que es un país con alta cantidad de aficionados a la astronomía de los que se calcula en más de 10.000 activos.

Pero en los últimos años el interés por la disciplina fue creciendo tanto por parte de fotógrafos tradicionales, como de simples curiosos que se fueron sumando a cursos y talleres, especialmente durante la pandemia.

«Sobre todo en el segundo semestre de 2020 notamos que mucha gente se empezó a meter en estos temas de astrofotografía, del telescopio y de observación del cielo porque pasaban mucho tiempo en las casas. En los cursos on line del Planetario fue impresionante la cantidad de alumnos anotados. ¡Teníamos charlas de 1.500 personas en vivo hablando de Marte!«, recuerda Ribas.

Pero el disparador principal del aumento de aficionados es la cuestión tecnológica que permitió que se «democratice» la disciplina, asegura Carlos Di Nallo, quien hace muchos años dejó su trabajo en el sector de los seguros para dedicarse de lleno a la astrofotografía y hoy organiza cursos y safaris grupales para hacer fotografías astronómicas en lugares alejados de la contaminación lumínica, lo que significa unos 150 kilómetros alejados de las ciudades.

(Foto: Carlos Di Nallo)

Asegura que los celulares están abriendo una puerta importante y que hay cada vez más interés por la fotografía de paisaje con estrellas. También afirma que se acercan personas de las más diversas profesiones y algunos, incluso, sin conocimientos previo de astronomía.

El 16 de julio de 2014, una fotografía que tomó de la ocultación de Saturno por la Luna fue elegida por la Nasa y publicada en su sitio de la Imagen astronómica del día (APOD, por sus siglas en inglés). También Mariano Ribas logró ese reconocimiento el 18 de diciembre de 2020 con una fotografía que sacó en Valcheta, Río Negro, durante el eclipse total de sol.

«La APOD es la vidriera astrofotográfica del mundo, es como ganar el Mundial para nosotros«, grafica Ribas, que -al igual que Di Nallo- remarca que se reciben miles de imágenes diarias para la selección y que los argentinos no acceden a los equipos de alta sofisticación que tienen muchos en el hemisferio norte.

La industria turística es otro escenario donde está empezando a gravitar la astrofotografía. La provincia de San Juan es uno de los sitios con mejores condiciones para el astroturismo, pero también hay propuestas para retratar la Vía Láctea con las sierras cordobesas, las Cataratas del Iguazú o el glaciar Perito Moreno. El espejo en la región es Chile que tiene un gran desarrollo astronómico en el Desierto de Atacama, no sólo para fines científicos y educativos, sino también para miles de aficionados que realizan tour o alquilan telescopios para sacar fotografías en forma remota.

Tras pasar una temporada en la Antártida fotografiando los cielos australes, Jorgelina Álvarez decidió volcarse al astroturismo en su pueblo natal de Las Flores, en el interior de Buenos Aires, junto con la desarrolladora Laura Müller y en interacción con el municipio.

«Fotografiar el cielo nocturno en la Antártida fue fascinante y con mucho aprendizaje. La bóveda celeste va cambiando a medida que nos movemos de latitud y me encontré fotografiando por ejemplo la constelación ‘La Cruz del Sur’ -que suele estar sobre el punto cardinal sur en Buenos Aires- sobre mi cabeza todo el año. A la vez de poder captar instantes únicos como la salida de la Luna, un amanecer/atardecer, el esplendor fulguroso del brillo de la Vía Láctea debido a la casi nula polución lumínica, entre otros«, sintetiza esta emprendedora conocida como Astrolina que comenzó hace diez años con la astrofotografía de paisaje.

(Foto: Jorgelina Álvarez)

También Andrea Anfossi practica esa rama de la disciplina. Cuenta que cuando vio las primeras fotografías astronómicas en la revista Si Muove del Planetario de Buenos Aires «fue como un click» y se dio cuenta que eso era lo que quería hacer. Con algunos conocimientos sobre el cosmos –por sus estudios en Cartografía-, pero ninguno sobre fotografía, recorrió su camino en la última década como autodidacta, con un ejercicio de prueba y error y con el intercambio que mantiene con otros aficionados hasta llegar el año pasado a ser tapa de aquella revista que la inspiró.

Dice que cuando puede se va de viaje a fotografiar cielos oscuros sin contaminación lumínica urbana, pero asegura que también pueden lograrse imágenes gratificantes en la ciudad. Ella misma empezó en su jardín, subiéndose incluso a los techos para lograr una mejor posición. «Lo mío es más artesanal porque es la cámara, el trípode y hago un solo disparo de varios segundos y después la edito un poco a gusto. También pongo la cámara en el telescopio, pero con una sola toma«, explica, diferenciando otras técnicas que demandan horas de exposición.

La Nebulosa de la Hélice y una fotografía que llevó tres años

Paciencia, minuciosidad y pasión es lo que llevó al astrofotógrafo Ignacio Díaz Bobillo a dedicarle 120 horas de exposición, durante tres años, a la Nebulosa de la Hélice – ubicada a 700 años luz de la Tierra, en la constelación de Acuario- para crear una sorprendente imagen detallada que fue reconocida internacionalmente.

(Foto: Ignacio Diaz Bobillo)

«Es como una especie de obsesión y persecución de la perfección que le vas agregando todos los años«, asegura este aficionado a la fotografía de espacio profundo, que empezó a retratar el cosmos en su adolescencia, cuando las cámaras eran de rollo y los telescopios con control manual, y que fue mejorando su trabajo hasta lograr varios reconocimientos del Real Observatorio de Greenwich y de la NASA, entre otros. Hace tres años, Díaz Bobillo armó un observatorio en el jardín de su casa en la localidad bonaerense de General Pacheco, desde donde sortea la polución lumínica con experiencia y filtros de banda angosta. Tiene un «refinado» telescopio refractor construido por el famoso óptico americano-alemán Roland Christen con un bloque de cristal de fluorita que data de la caída del Muro de Berlín, y asegura que se entretiene mucho.

«En la astrofotografía, hay una comunidad muy amigable, colaborativa y generosa. Eso es en gran medida porque no hay nada comercial por detrás y los egos, por suerte, juegan poco«, remarca el astrofotógrafo. En octubre del año pasado, una imagen de la Nebulosa de la Hélice fue seleccionada como «Foto Astronómica del Día» por la Nasa, cuando tenía 90 horas de exposición. Pero Díaz Bobillo agregó otras 30 horas, con lo que es la foto con más integración que ha realizado hasta ahora. «Los objetos tienen estacionalidad«, aclara y explica que por eso hay que hacer «visitas» en distintas épocas del año, de acuerdo a sus posiciones, para ir obteniendo tomas parciales.

Díaz Bobillo sostiene que la pasión por fotografiar el cosmos crece cada día más, remarca que hay foros en todo el mundo y que Argentina tiene buenas condiciones para el desarrollo de turismo astronómico. Un factor clave, considera, es la introducción de productos chinos que hizo bajar los costos: «El mercado para aficionados era chiquito. Una buena cámara astronómica salía en Estados Unidos 15.000 dólares y actualmente una cámara igual o mejor sale 3.000 dólares«, precisa. Y subraya «hoy te podés entretener en todos los niveles, lo divertido es el camino que uno hace, como sucede con los deportes«.

Fuente: Télam (www.telam.com.ar)