Un nuevo estudio de investigadores del Museo de Historia Natural de Londres apoya la hipótesis de que la mezcla con nuestros antepasados pudo haber sido una de las causas de la desaparición de los neandertales.
Investigadores del Museo de Historia Natural de Londres ahondan en un nuevo artículo en la idea de que que el Homo sapiens podría haber sido responsable de la extinción de los neandertales no por la violencia, sino por el sexo. El trabajo, publicado en la revista PalaeoAnthropology, plantea la posibilidad de que el mestizaje con nuestros antepasados podría haber reducido el número de neandertales que se reproducían entre sí, lo que habría provocado su eventual extinción.
Aunque hasta la fecha solo se han secuenciado 32 genomas de neandertales, por lo que es posible que la ausencia de ADN de Homo sapiens en su genoma sea en realidad una peculiaridad del muestreo, los autores esperan que los avances en la tecnología de secuenciación del ADN puedan resolver esta hipótesis al disponer de más genomas.
Chris Stringer, jefe de investigación de evolución humana en el museo británico, es el autor del nuevo artículo junto con su colega Lucile Crété. Stringer señala que «nuestro conocimiento de la interacción entre Homo sapiens y neandertales se ha hecho más complejo en los últimos años. Sin embargo, todavía es raro ver una discusión científica sobre cómo ocurrió realmente el mestizaje entre los grupos«, subraya.
«Nuestro planteamiento es que una absorción continua de individuos neandertales en grupos de Homo sapiens podría haber sido uno de los factores que condujeron a la su desaparición», señalaStringer.
La hipótesis de los investigadores se basa principalmente en el hecho de que, aunque el 2 % del genoma humano procede de los neandertales, no hay pruebas de que los humanos hayan influido en el acervo genético neandertal.
Los investigadores destacan que «si los neandertales fértiles eran absorbidos regularmente por los grupos de Homo sapiens, también eran eliminados de las reservas genéticas de los neandertales, y una fuga tan constante de individuos jóvenes no es algo que pudiera mantenerse durante mucho tiempo en pequeños grupos de cazadores-recolectores».
El debate continúa abierto
«No sabemos si el aparente flujo genético unidireccional se debe a que simplemente no ocurría, a que la reproducción tenía lugar pero no tenía éxito, o a que los genomas neandertales que tenemos no son representativos», señala Stringer, ya que, recuerda, solo se han secuenciado completamente 32 genomas neandertales.
«A medida que se secuencien más genomas neandertales, deberíamos ser capaces de ver si algún ADN nuclear del Homo sapiens pasó a los neandertales y demostrar si esta idea es correcta o no», señalan los autores.
En el futuro, la investigación también podría analizar cuestiones similares relacionadas con otra especie de homínidos conocida como los denisovanos, lo que nos daría una idea más clara de cómo interactuaba nuestra especie con sus parientes más cercanos, concluyen los autores.
Referencia: Chris Stringer et al. «Mapping Interactions of H. neanderthalensis and Homo sapiens from the Fossil and Genetic Records», PaleoAnthropology(2022).
Así lo determinó un estudio sobre colecciones de huesos que hasta ahora no habían sido identificadas con ninguna especie.
Un nuevo estudio de científicos del CONICET sobre diferentes colecciones de huesos halladas en la localidad de Salitral Moreno, ubicada al sur de la ciudad de General Roca (Provincia de Río Negro), reveló la existencia de un nuevo dinosaurio que habitó la Patagonia argentina a fines del período Cretácico, hace unos 70 millones de años. La nueva especie, un anquilosaurio de tamaño pequeño, fue bautizada como Patagopelta cristata. La investigación fue publicada en la revista Journal of Systematic Palaeontology.
Reconstrucción digitalizada de Patagopelta a orillas de un río. Los anquilosaurios de la familia nodosauridae, como Patagopelta, se estima que vivían en humedales. Créditos: Gabriel Díaz Yantén. Fuente: CONICET.
“El estudio adquiere relevancia dado que Patagopelta es la primera especie de anquilosaurio descripta para el territorio continental de la Argentina, lo que llena el vacío existente para este grupo y suma un nuevo tireóforo a los escasísimos restos incompletos e indeterminados conocidos para nuestro país de este tipo de dinosaurios ornitisquios”, señala Facundo Riguetti, primer autor del trabajo y becario doctoral del CONICET en el Centro de Estudios Biomédicos, Ambientales y Diagnóstico (CEBBAD, Universidad Maimónides) y la Fundación de Historia Natural Félix de Azara.
Aunque en este caso, el equipo que estudió los restos fósiles encontrados en Salitral Moreno no fue responsable del descubrimiento de los huesos, el trabajo permite terminar de poner en valor los hallazgos realizados por diferentes grupos de investigación desde los años ’80 en adelante. Aunque los huesos no permiten reconstruir a un animal completo, ni proceden de un mismo individuo, fueron suficientes para que los especialistas pudieran comprender que se encontraban frente a una nueva y única especie.
Restos óseos de Patagopelta cristata. Muchos de estos ya eran conocidos, pero no fue hasta ahora que con nuevos materiales se pudo diagnosticar la nueva especie. Foto: gentileza investigadores. Fuente: CONICET.
Los anquilosaurios son un grupo de dinosaurios cuadrúpedos herbívoros, protegidos por corazas en la cabeza y todo el lomo y cola del animal, que cuentan con un amplio registro fósil para el Cretácico del hemisferio norte, pero muy escaso en el hemisferio sur, donde solo se han hallado unas pocas especies en Australia, Chile, Antártida y Marruecos.
Patagopelta es un nodosáurido, una de las dos grandes familias, junto con la de los anquilosáuridos, en las que se dividen tradicionalmente los anquilosaurios. Los nodosáuridos se caracterizan por llevar grandes espinas en la zona del cuello y hombros, así como por carecer de las mazas o garrotes caudales presentes en el grupo de los anquilosáuridos.
El elemento mejor conservado de Patagopelta es el fémur, que está completo y muestra todas las características propias de los nodosáuridos, y uno los restos más importantes y distintivos es una porción de la armadura del cuello, la cual tiene espinas y crestas particulares de este ejemplar. Este es el motivo por el cual se lo bautizóPatagopelta cristata, que significa coraza crestada de Patagonia.
Diversidad de escudos y otros elementos de Patagopelta cristata descriptos por primera vez. Foto: gentileza investigadores. Fuente: CONICET.
Por otro lado, uno de los elementos más abundantes colectados en Salitral Moreno corresponde a las piezas individuales que componen la extensa armadura protectora, llamados osteodermos -escudos de hueso formados bajo la piel- similares a los escudos que hoy en día se pueden ver en el lomo de los cocodrilos y yacarés. Estos elementos, dispuestos en hileras paralelas a lo largo del dorso y cola del animal, le conferían protección al anquilosaurio mientras vivió.
Un animal de tamaño pequeño
“Para tratarse de un dinosaurio acorazado, Patagopelta tiene un tamaño extremadamente pequeño. Por el tamaño del fémur, de solo 25 centímetros de largo, estimamos que el animal debió medir entre dos y tres metros de largo, mientras, en general, los anquilosaurios son animales de tamaño mediano o grande, con una longitud promedio de entre cuatro y cinco metros”, señala Sebastián Apesteguía, coautor del estudio e investigador del CONICET en la Fundación de Historia Natural Félix de Azara.
Los nodosáuridos son un grupo de anquilosaurios que evolucionó en el hemisferio norte, pero hacia finales del cretácico, un puente continental se estableció entre Sudamérica y Norteamérica, lo que permitió el intercambio biológico entre hemisferios. Mientras hacia el norte emigraron dinosaurios de cuello largo como los titanosaurios, del norte hacia el sur ingresaron dinosaurios de pico de pato y anquilosaurios nodosáuridos, además de lagartos y mamíferos como las comadrejas o zarigüeyas. “Es por eso en Sudamérica que tan solo esperamos hallar animales como Patagopelta en rocas de fines del Cretácico, justo antes de que tuviera lugar la extinción global de los dinosaurios”, afirma Apesteguía.
Reconstrucción digitalizada de Patagopelta. Los anquilosaurios de la familia nodosauridae, como Patagopelta, se estima que vivían en humedales. Créditos: Gabriel Díaz Yantén. Fuente: CONICET.
De acuerdo con el diagnóstico de los especialistas es posible que el pequeño tamaño de Patagopelta esté vinculado con algún evento de enanismo. “Una hipótesis es que se deba al evento biológico conocido como ‘regla de la isla’ o enanismo insular, que implica debido a la escasez de recursos sólo los ejemplares más pequeños tienen posibilidades de sobrevivir en las islas, dado que demandan menos manutención al ambiente. Y efectivamente, a finales del Cretácico, el norte de la Patagonia se vio invadido por un brazo del océano Atlántico conocido como Mar de Kawas, que restringió el paso a muchas especies, varias de las cuales se adaptaron a la vida en las islas del norte de la Patagonia. Es probable que esto se relacione con el enanismo en anquilosaurios y también en los titanosaurios saltasaurinos de esa época”, explica Riguetti.
El becario doctoral del CONICET Facundo Riguetti es el primer autor del trabajo. Foto: gentileza investigadores. Fuente: CONICET.
De hecho, algunos años atrás, el mismo equipo de investigación describió huellas de anquilosaurios enanos, posiblemente afectados por causas similares, caminando por el fondo de un brazo de mar cretácico poco profundo en Bolivia. En este sentido, esta nueva especie de anquilosaurio enano amplía la discusión sobre la masa corporal y los aspectos paleobiológicos de los anquilosaurios.
¿Cómo ha evolucionado la fecundidad y la natalidad en las últimas décadas? ¿Las mujeres tienen cada vez menos hijos? ¿Qué desafíos implican estas tendencias para las políticas públicas?
La tasa de fecundidad es un indicador fundamental a tener en cuenta para predecir la evolución de cualquier sociedad. Este parámetro incide en lo que se denomina “bono demográfico” o “niveles de reemplazo de la población” que implica la relación entre la proporción de personas que por su edad se encuentran dentro de la población económicamente activa y aquellas personas dependientes, dentro de las que se consideran adultas y adultos mayores, y niñas y niños.
En Argentina, según información derivada de las investigaciones de la Dra. Javiera Fanta -Psicóloga y doctora en Demografía de la Universidad Nacional de Córdoba- durante los primeros años de este siglo se registróun descenso paulatino de la Tasa Global de Fecundidad (TGF), tendencia que se acentuó aún más desde el 2015.
En 2001, la TGF de nuestro país se ubicaba ligeramente por encima del umbral de reemplazo de la población, en un promedio de 2,4 hijos por mujer, un valor que era incluso mayor al que se registraba en otros países del Cono Sur como Brasil, Chile y Uruguay, cuyas TGF se encontraban por entonces en umbrales de reemplazo de población inferiores a los ideales.
En 2015, nuestro país comenzó a observar una aceleración mayor en la caída de la TGF llegando en 2018 a registrar valores por debajo de los niveles de reemplazo de la población a razón de 2,01 hijos por mujer. Apenas un año después, en 2019, este guarismo volvió a descender a 1,83. Finalmente, confirmando la tendencia, los últimos datos de “estadísticas vitales” para 2020 vieron profundizar la caída de la TGF una vez más, alcanzando 1,5 hijos por mujer.
Estos procesos estuvieron acompañados además por una postergación en el calendario reproductivo. Esto significa que las personas con capacidad de gestar tienden a buscar embarazos a edades más avanzadas.
Las razones detrás de la caída de la fecundidad son variadas. Por una parte, el país sigue presentando hasta el día de hoy una gran heterogeneidad interna en lo que respecta a los resultados reproductivos. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires encabeza históricamente el listado de jurisdicciones con menor cantidad media de hijos, mientras que las provincias del noreste y noroeste argentino suelen ubicarse en el otro extremo. Sin embargo, aunque estas desigualdades entre regiones continúan siendo amplias, durante las últimas décadas y dentro de la tendencia descendente, se observaron mayores caídas de la fecundidad en las regiones que presentaban los valores más altos.
Por otro lado, la fecundidad global convivió en las últimas décadas con niveles de fecundidad adolescente que o bien tendieron al aumento, o bien se mostraron resistentes a la baja, una característica que comenzó a modificarse en el último quinquenio entre el 2010 y el 2020. En tal sentido, en este período, la fecundidad de mujeres entre 15 y 19 años comenzó a disminuir de forma más marcada y sostenida. Esta tendencia en la fecundidad adolescente puede ser vista también con los números de la natalidad. De acuerdo con los últimos datos, de los 533.299 nacimientos registrados en 2020 poco más de 51.000 corresponden a embarazos de mujeres de entre 15 y 19 años; y 1.293 a embarazos de menores de 15 años. En la actualidad los nacimientos producto de embarazos de adolescentes representan aproximadamente 10% del total. En términos más generales, estos cambios parecen asociarse sobre todo a factores culturales, vinculados con cambios en los deseos de las mujeres respecto a cuántos hijos tener y cuándo. Hoy las mujeres elegirían tener menos hijos y además estarían más empoderadas para poner en práctica esa decisión.
En términos de políticas públicas, la caída de la fecundidad plantea múltiples consecuencias y desafíos. Por un lado, supone menos demandas de crecimiento del sistema educativo. Por otro lado, el hecho de que las personas estén postergando el calendario reproductivo impone la necesidad de profundizar el acceso a tratamientos de reproducción asistida para los distintos grupos poblacionales. Asimismo, un menor número de hijos modifica el entramado de las relaciones de cuidado que se dan al interior de cualquier sociedad. Las políticas tendientes a fortalecer el envejecimiento activo se vuelven de este modo, más relevantes debido a que –si bien esta relación no es directa- hay cada vez menos personas jóvenes que puedan asumir el cuidado de las personas mayores.
¿Por qué observamos una caída de la tasa de fecundidad? ¿Creés que es bueno o malo este descenso?
📉 Sabemos que estos números bajaron en todas las clases sociales en toda la región pero aún más en los sectores populares pic.twitter.com/cjfYSsQJ5J