INVAP lanzó una convocatoria cuyo objetivo es premiar el talento y la generación de conocimiento a favor del desarrollo del país: la primera edición del Concurso Nacional Mejores Tesis de Ingeniería. ¿Qué es esto? ¿De qué se trata? ¿Quiénes pueden participar? Las bases estarán disponibles en marzo de 2023.
¿Quiénes podrán participar? Todas las tesis de ingeniería de grado, posgrado, maestría o doctorado presentadas durante el año calendario 2022, tanto de instituciones públicas como privadas. Y es exclusivamente para estudiantes de las carreras de ingeniería nuclear, mecánica, electrónica, en telecomunicaciones, electromecánica, de materiales, química, aeroespacial, mecatrónica, aeronáutica, industrial e informática de todo el país.
Créditos: INVAP
Para participar, las tesis deberán estar aprobadas por la institución educativa a la que pertenecen las y los estudiantes, y deben ser postuladas por la institución, a través de la Facultad, Instituto o Departamento de Ingeniería, o por intermedio de los directores de tesis. También se aceptarán postulaciones a través de asociaciones profesionales, técnicas y científicas, y del Consejo Federal de Decanos de Ingeniería (CONFEDI).
¿Qué es INVAP? INVAP es una empresa referente en proyectos tecnológicos a nivel mundial y protagonista del desarrollo en Argentina. Trabajan desarrollando tecnología en 4 áreas: espacial; nuclear; sistemas médicos; y defensa, seguridad y ambiente.
En el área espacial son los responsables de haber diseñado y fabricado los satélites argentinos más significativos: Los 4 SAC, los 2 ARSAT y los 2 SAOCOM. Están físicamente en Bariloche, al entrar a la ciudad, pero su impronta y acciones exceden la frontera rionegrina; incluso la argentina. Piensan, sienten la tecnología como la herramienta clave para potenciar el desarrollo de las personas y del país. Y aunque tienen varias reglas, hay una que es clave: forman equipos de alto rendimiento de trabajo cross funcional. Es la manera en que se enfocan en sus trabajos.
Un estudio internacional de más de 400 científicos ha identificado por primera vez una fuente constante de emisiones de neutrinos en la galaxia Messier 77. El hallazgo, que ha detectado estas ‘particulas fantasma’ bajo el hielo del Polo Sur, nos puede ayudar a comprender mejor algunas de las mayores incógnitas del universo, como los agujeros negros.
Entre los incontables enigmas del universo están los neutrinos, unas partículas ‘fantasma’ muy difíciles de detectar y sin carga eléctrica, que pueden revelarnos información muy útil sobre fenómenos del universo en los que la luz queda atrapada, como los agujeros negros.
Según publicó la revista Science, un equipo internacional de más de 400 científicos ha encontrado por primera vez evidencias de emisiones de neutrinos de alta energía que provienen de la galaxia cercana NGC1068 –también conocida como Messier 77– una de las más conocidas y mejor estudiadas hasta la fecha. La detección se ha realizado en el Observatorio de Neutrinos IceCube, una red de miles de sensores ubicada a más de un kilómetro de profundidad bajo el hielo de la Antártida.
Observatorio de neutrinos IceCube, en la Antártida. / MARTIN WOLF, ICECUBE / National Science Foundation
“La detección valida el campo de la astronomía de neutrinos. La galaxia NGC1068 es la primera fuente puntual de neutrinos ‘constante’ que se observa. Pone de manifiesto que existen fuentes de neutrinos –cosa que ya sabíamos– y que se pueden detectar –cosa que sospechábamos, pero no sabíamos a ciencia cierta. En resumen, supone el inicio de una nueva manera de ver el Universo usando los neutrinos como mensajeros cósmicos.”, explica a SINC Juan A. Aguilar, coordinador de análisis de IceCube y profesor de la Universidad Libre de Bruselas.
Estudiar galaxias a kilómetros bajo el Polo Sur
Observada por primera vez en 1780, la galaxia cercana Messier 77 está ubicada en la constelación de Cetus, a 47 millones de años luz de nosotros, y se puede observar con unos prismáticos potentes. Para contextualizar, el Sol se encuentra a 8,3 minutos luz de nosotros, la Estrella Polar a 320 años luz y el centro de la Vía Láctea a unos 26.000 años luz.
Representación artística de Messier 77 y la constelación de Cetus. / Jack Pairin, IceCube/NSF
Messier 77 es una galaxia activa, –active galactic nucleus (AGN) en inglés– por lo que tiene una luminosidad excepcionalmente alta y variable que muestra signos de la existencia de procesos muy energéticos en su zona central o núcleo. El hallazgo apunta a que las galaxias activas actúan como fuentes de rayos cósmicos, que a su vez generan las emisiones de neutrinos. Los rayos cósmicos representan la radiación más energética que llega a la Tierra desde el espacio, pero hasta ahora no había certezas sobre dónde vienen y dónde se aceleran.
A diferencia de la luz, los neutrinos pueden escapar de entornos extremadamente densos en el universo y llegar a la Tierra sin ser afectados por la materia y los campos electromagnéticos del espacio extragaláctico. Aunque los científicos imaginaron la astronomía de neutrinos hace más de 60 años, la débil interacción de los neutrinos con la materia y la radiación hace que su detección sea extremadamente difícil. Como no se ven alterados por campos magnéticos o nubes de polvo o gas, los neutrinos son mensajeros directos de los objetos de los que provienen, como los sitios alrededor de agujeros negros.
“Detectamos 80 neutrinos que se agrupan alrededor de las coordenadas astronómicas de la galaxia NGC1068. La evidencia se ve reforzada por el hecho de que estos neutrinos tienen energías más altas que las producidas en la atmósfera”, explica a SINC Francis Halzen, investigador principal de IceCube y profesor de física en la Universidad de Wisconsin–Madison.
En el estudio ha sido fruto de la colaboración internacional de un equipo de investigación de más de 400 personas, que analizó los datos recopilados por el Observatorio de Neutrinos IceCube entre 2011 y 2020 para buscar fuentes puntuales de emisión de neutrinos.
Aunque los neutrinos se comportan como ‘partículas fantasma’, los científicos han ideado estrategias para su estudio. El Observatorio de Neutrinos IceCube, es un enorme telescopio de neutrinos que abarca un kilómetro cúbico de hielo instrumentalizado a profundidades de 1,5 a 2,5 kilómetros por debajo de la superficie de la Antártida, cerca del Polo Sur.
Esquema del observatorio IceCube. / IceCube/NSF
Algunos de los neutrinos que provienen del espacio exterior interaccionan con moléculas y producen otra partícula, que se llama muon, una especie de electrón con más masa. Cuando el muon se encuentra en un medio transparente, como el agua o el hielo, emite la llamada luz Cherenkov, una luz azul que sí es visible. Bajo kilómetros de hielo, en el IceCube se producen unas condiciones adecuadas para que las señales de neutrinos no se confundan con otras que no penetran a tan grandes profundidades y puedan ser estudiadas.
El observatorio IceCube detectó por primera vez una fuente astrofísica de neutrinos de alta energía en 2018. La detección TXS 0506+056 se trataba de un blázar conocido –una fuente de energía asociada a un agujero negro– ubicado en el hombro izquierdo de la constelación de Orión, a 4.000 millones de años luz de distancia.
A diferencia de la detección de ahora de Messier 77, una observación ‘constante’, la detección de TXS 0506+056 es calificada por los investigadores de IceCube como un ‘destello’ de neutrinos.
Cuando un neutrino interactúa con moléculas en el hielo antártico, produce partículas secundarias que dejan un rastro de luz azul a medida que viajan a través del detector IceCube. / Nicolle R. Fuller, IceCube/NSF
La astronomía de neutrinos: una nueva mirada sobre el universo
Todos hemos observado alguna noche nuestra galaxia con curiosidad. La Vía Láctea domina el paisaje que contemplamos del cielo nocturno en el espectro visible. Pero este no es el caso de las emisiones de neutrinos.
“Nuestra propia galaxia es un desierto de neutrinos. Tras identificar que las galaxias activas actúan como aceleradoras de rayos cósmicos, una razón sencilla puede ser que el agujero negro del centro de nuestra galaxia no ha estado activo durante mucho tiempo”, argumenta Francis Halzen.
Los neutrinos podrían ayudar a resolver grandes enigmas como el de la materia oscura, de la que se compone un 80 % del universo, pero que no sabemos con certeza qué es.
“El desafío más grande es precisamente poder detectar otras fuentes. La galaxia NGC1068 es muy brillante y está muy cerca, por eso ha sido la primera y ha sido relativamente fácil de detectar. Para poder observar muchas otras fuentes se necesita un telescopio más grande que IceCube”, explica Aguilar.
Actualmente, ya se está desarrollando el IceCube-Gen2, una actualización de este laboratorio de neutrinos que ampliará drásticamente el volumen de detección, permitiendo detectar neutrinos a un ritmo mucho más rápido e identificar fuentes más lejanas o menos intensas que NGC1068.
Referencia: IceCube Collaboration. “Evidence for neutrino emission from the nearby active galaxy NGC 1068”. Science (2022) Fuente: SINC.
Velorio, entierro, exequias, sepelio, servicio funerario, inhumación, velatorio, honras fúnebres, sepultura, son algunos de los términos con los que nos referimos a uno de los ritos más importantes, y el más significativo, para los seres humanos de todas las culturas.
Aunque las teorías evolutivas demuestran que compartimos ancestros con otras especies animales, hay ciertos rasgos y prácticas que nos hacen especiales, separándonos del resto de los seres vivos. Hay animales que se ven afectados ante la muerte de algún integrante de su manada. Por ejemplo, los elefantes parecen adoptar comportamientos de “duelo y consuelo” e incluso parecen darse cuenta de que lo sucedido es irreversible. Sin embargo, ninguna especie honra a sus muertos como lo hacemos los seres humanos, a través de rituales de diferente complejidad según las culturas y las diferentes prácticas heredadas de nuestros ancestros.
Establecer desde cuándo los seres humanos comenzamos a realizar estos rituales puede ser todo un desafío. En un yacimiento llamado “La Sima de los Huesos de Atapuerca” descubierto en Burgos, España, se encontraron huesos de 28 individuos diferentes de la especie Homo heidelbergensis, una especie anterior a los neandertales que habitó la zona hace aproximadamente 400.000 años. Investigadores involucrados en los hallazgos afirmaban que se trataba de “el primer santuario de la humanidad” y de “la prueba más antigua de un comportamiento funerario y de una acumulación colectiva” de restos fósiles humanos. El descubrimiento junto a los restos óseos de un hacha de mano realizada con materiales que no estaban disponibles en la zona, reforzó estas hipótesis al ser interpretado simbólicamente como un tipo de tributo hacia esos muertos.
Reconstrucción del enterramiento neandertal de La Chapelle-aux-Saints, Francia, el primero que se atribuyó a una especie distinta de los sapiens. Créditos: V. MOURRE
Otro yacimiento sorprendente fue descubierto en 2013 a unos 50 kilómetros de la ciudad sudafricana de Johannesburgo. Se trata de la cueva Rising Star, donde se encontraron restos de 15 individuos de distintas edades y de ambos sexos de la especie Homo naledi, datados de hace unos 300.000 años. La complejidad para llegar hasta la cámara donde fueron encontrados los huesos implicaba un intrincado recorrido de 80 metros, trepar paredes y descender por una angosta grieta hasta llegar a 30 metros de profundidad. En este caso, sin embargo, la ausencia de otros objetos simbólicos -como figuras talladas- o comportamientos -como pinturas rupestres- ponen en duda sobre si se trató de rito funerario o simplemente una acumulación de huesos realizada para ocultar los cuerpos en descomposición de los fallecidos a fines de no atraer animales carroñeros que pudieran poner en peligro a la comunidad.
Para intentar confirmar si la formación de ambos yacimientos respondían a prácticas funerarias o simplemente a una acumulación de huesos, un grupo de científicos realizó un estudio a partir de simulaciones informáticas de varios yacimientos de este tipo. Como conclusión los resultados fueron concluyentes respecto a que ambos casos podrían tratarse de acumulaciones de hueso casuales y, aunque se pueda afirmar con cierta confianza que fueron humanos los que arrojaron a sus congéneres a aquellos pozos, sigue siendo difícil asegurar que lo hicieron como parte de un ritual para facilitar su paso a otros mundos o para aliviar a sus deudos.
Finalmente, los indicios de una sepultura con intenciones rituales fueron descriptos en 1908 por dos curas católicos -los hermanos Jean y Amédée Bouyssonie- quienes descubrieron en la cueva de La Chapelle-aux-Saints, Francia, los restos de un neandertal de hace 50.000 años. Según ellos, la posición fetal en la que estaba el cuerpo y las herramientas que lo acompañaban apuntaban a un entierro intencionado. A principios del siglo XX los neandertales eran considerados primitivos. Sin embargo, la gran cantidad de hallazgos arqueológicos posteriores revelaron a los neandertales como una especie muy cercana al homo sapiens por lo cual se infiere que podrían haber incurrido en prácticas funerarias impulsadas por el simbolismo y producto de una capacidad de abstracción y previsión suficiente para asumir su propia mortalidad, la de sus congéneres y para actuar con la solemnidad que demanda ese conocimiento.