¿El sol es un enemigo de nuestra salud?

Por Daniel González Maglio* para Farmacia y Bioquímica en Foco.
Exponernos al sol puede resultarnos placentero ya sea por buscar calor en el invierno o por relajarnos en una playa en verano. En cierta medida, esta exposición ayuda a mantener niveles adecuados de vitamina D. Pero la exposición descuidada a los rayos solares lleva al desarrollo de distintos tipos de enfermedades de la piel, en particular al desarrollo de cáncer. ¿Existen beneficios para nuestra salud más allá de la síntesis de vitamina D? ¿Existen peligros más inmediatos que el desarrollo de tumores de piel? Las respuestas a estas preguntas, así como algunos otros comentarios son el centro de este artículo.

Cuando empecé a pensar este artículo, no pude evitar remontarme a mi niñez. Recuerdo a mi madre mandándome a jugar un rato en el patio, los días de invierno que estaban despejados. Jugar un rato al sol “nos hacía bien” a mis hermanos y a mí. También desde esos días disfruté mucho de la playa, cuando las circunstancias económicas nos permitían vacaciones. Todavía hoy disfruto mucho de las dos cosas: un día soleado de invierno y unas vacaciones en el mar. Pero ¿qué ocurre exactamente cuando nos exponemos al sol? ¿Es bueno o malo hacerlo? Hoy, como científico especializado en los efectos de las radiaciones solares sobre la piel, y en particular sobre el sistema inmune, puedo aproximar algunas respuestas.

Como estudiamos en algún momento, el sol es esencial para la vida en nuestro planeta. Pero no sólo por ser la fuente de energía que utilizan las plantas para fabricar compuestos orgánicos a partir de gases, agua y energía, transformándose en el primer eslabón de la cadena alimenticia. Los rayos solares que llegan a nuestro planeta también aportan luz, que nos permite ver, y calor, que mantiene las condiciones de vida tal como la conocemos (la temperatura media de nuestro planeta es de 15 °C comparada con los 480 °C de Venus y los 60 °C bajo cero de Marte, los dos planetas más cercanos de nuestro sistema).

Créditos: Farmacia y Bioquímica en foco

Luz y calor son parte de los rayos solares, que están compuestos por distintos tipos de radiaciones, que incluyen la luz visible, la radiación infrarroja (responsable del calor de la radiación solar) y la ultravioleta (invisible para nuestros ojos). No es la intención de este artículo profundizar en la explicación de la composición de la radiación solar (uno de los motivos es mi propio desconocimiento del área), si no explicar los efectos que tienen estas radiaciones sobre nuestro cuerpo y nuestra salud.

Los seres humanos nos encontramos expuestos a la radiación solar según la ubicación geográfica en la que habitamos, la estación del año en la que nos encontramos y la profesión u ocupación que tengamos. De esta forma, podemos estar expuestos a estos rayos de forma intermitente o permanente. Pero ¿qué efectos tiene la exposición de la piel a estas radiaciones? ¿Qué cambios produce en las células de la piel? ¿La piel es el único órgano afectado por esta exposición?

El efecto benéfico mejor conocido de la exposición al sol es la síntesis de vitamina D en la piel, que depende de un paso de “fotoisomerización”, una transformación de un compuesto presente en la piel por acción de la radiación solar. El producto de esa transformación es la 25-hidroxivitamina D que se genera en el hígado, es inactiva y tiene que ser transportada por la sangre hacia el riñón, donde sufre otras transformaciones que la convierten en 1, 25-dihidroxivitamina D, que es la forma más activa.

La vitamina D es fundamental para la correcta formación y el mantenimiento de la salud de nuestro sistema óseo, entre otras funciones. Entonces, podríamos pensar que exponernos al sol es bueno y necesario. Pero ¡cuidado! Los niveles de exposición necesarios para la síntesis de esta vitamina son bajos y la exposición en exceso hace que la pro-vitamina D se siga transformando, pero esta vez en compuestos inactivos. Es decir que con un poco sol, alcanza.

Foto: Kampus Production/Pexels

¿Y qué pasa cuando nos exponemos durante mucho tiempo al sol? Quizás el efecto nocivo más conocido de la exposición al sol sea el desarrollo de cáncer de piel. Este grupo de patologías se origina en la transformación maligna de las células de la piel, y es la radiación solar la responsable de esa transformación debido a que afecta el ADN de estas células, llevando a mutaciones. Las células afectadas son las de la capa más externa de la piel, llamada epidermis. En esta capa hay muchos tipos de células distintos, pero los más importantes son los queratinocitos (las células más abundantes, alrededor del 95% de las células de la epidermis) y los melanocitos (células productoras de melanina, el pigmento natural que da color a la piel).

La transformación maligna de los queratinocitos originará carcinomas basocelulares o carcinomas espinocelulares, mientras que la de los melanocitos originará melanomas. Estos tipos de tumores tienen distinto grado de agresividad y los tratamientos para cada uno pueden ser muy diferentes.

La radiación solar produce sus efectos sobre melanocitos y queratinocitos fundamental, pero no exclusivamente, a través de la radiación ultravioleta (o UV). Esta radiación promueve cambios severos en las células de la piel que están expuestas. Afortunadamente, la radiación UV tiene una baja capacidad de penetración y no puede llegar más allá de las capas superficiales de la piel, donde se concentran sus efectos biológicos. Estos incluyen alteraciones en el ADN de queratinocitos y melanocitos expuestos (como se mencionó) y también un aumento en la concentración de moléculas oxidantes (las llamadas especies reactivas del oxígeno) que también generan daño en las células. El daño al ADN se produce al azar, y puede originar células que pierden la capacidad de controlar su crecimiento. Estas células de crecimiento descontrolado son las responsables de originar los tumores, con todas sus consecuencias nocivas para la salud.

Pero siendo un investigador especializado en el área de la Inmunología, es decir, en el funcionamiento del sistema inmune, ¿qué hago estudiando los efectos del sol sobre la piel? ¿Acaso la exposición al sol afecta al sistema inmune? La respuesta es sí. Hace alrededor de 40 años se descubrió que al exponer nuestra piel a la radiación UV el sistema inmune se debilita. Este fenómeno se denomina inmunosupresión inducida por radiación UV y es el efecto que nos llevó a iniciar en nuestro laboratorio estudios relacionados con la capacidad de esta radiación de modular la respuesta inmune.

En los últimos años demostramos que los efectos de dosis bajas de radiación UV producen cambios leves en la piel, que incluyen un fortalecimiento de su capacidad de respuesta frente a estímulos nocivos, por un aumento de moléculas antimicrobianas; e incluso, incrementan la generación de anticuerpos contra agentes extraños (usamos la vacuna antitetánica como modelo).

Por otro lado, la exposición a dosis altas de radiación UV produce una gran respuesta inflamatoria en la piel que se prolonga en el tiempo durante varios días, debilitando la función de barrera de este órgano. Además, la producción de anticuerpos contra la vacuna antitetánica se ve disminuida. Por lo tanto, demostramos que las distintas formas de exposición (dosis bajas vs. dosis altas) tienen efectos bien diferenciales tanto en la piel como en la respuesta inmune sistémica.

A partir de estos resultados, pensamos que estas dos formas de exposición a radiación UV podían condicionar a la piel a sufrir infecciones bacterianas, como las producidas por estafilococos. Para estudiar esta idea expusimos animales a los dos tipos de exposición UV y, posteriormente, los infectamos en la piel con la bacteria Staphylococcus aureus. Para nuestra gran sorpresa las dosis bajas, que promovían un estado de mayor preparación defensiva de la piel, llevaron a infecciones más severas, con diseminación de la bacteria a órganos internos, como el bazo y los pulmones.

Por otro lado, la exposición a dosis altas no afectó significativamente la respuesta inmune contra esta bacteria. Actualmente mantenemos una línea de trabajo sobre los efectos de la exposición a radiación UV en infecciones cutáneas por Staphylococcus aureus, ya que aún falta mucho por entender de esta interacción.

Otra de las líneas de investigación de nuestro laboratorio explora la relación entre la inmunosupresión inducida por exposición crónica a radiación UV y el desarrollo de tumores de piel. En esta línea de trabajo demostramos que, si a lo largo de la irradiación crónica se produce una “modulación positiva” de la respuesta inmune, se puede evitar en parte el desarrollo tumoral. Para realizar esta modulación positiva utilizamos una molécula aislada de un probiótico (ácido lipoteicoico de Lactobacillus rhamnosus GG) administrada por vía oral. Con este tratamiento, logramos que los animales irradiados desarrollaran menos tumores que los animales control y que el desarrollo de estos tumores se retrasara en el tiempo.

Imagen: Coolvector/Freepik

Posteriormente, estudiamos este efecto en mayor detalle y pudimos demostrar que la administración oral de esta molécula restablece funciones del sistema inmune en la piel que se encuentran alteradas luego de la exposición a radiación UV. De esta forma, podemos pensar que es posible protegernos en parte del efecto nocivo de la radiación UV mediante la utilización de alimentos funcionales.

Por último, aunque con menos resultados concluyentes, también estudiamos los posibles efectos de la radiación UV sobre la respuesta a distintos tipos de vacunas, con la hipótesis de que la inmunosupresión producida por esta radiación podría estar condicionando las respuestas protectivas generadas por las vacunas (observado para la vacuna antitetánica, como mencioné antes). En caso de demostrarse esta hipótesis, será necesario considerar evitar la exposición solar en momentos cercanos a la vacunación.

Finalmente, conviene destacar que la forma más segura de no sufrir los efectos nocivos del sol es cuidarnos en las exposiciones. Para esto, es muy importante seguir las recomendaciones sugeridas por profesionales médicos: no exponerse en verano en horas de cercanas al mediodía, tener en cuenta el índice UV, nunca estar expuesto sin protección solar adecuada (ropa, lentes y protector solar), aprovechar las sombras y evitar exposiciones por tiempo prolongado.

(*) El Dr. Daniel González Maglio es profesor adjunto de la Cátedra de Inmunología (Facultad de Farmacia y Bioquímica – UBA) e investigador adjunto del CONICET en el Instituto de Estudios de la Inmunidad Humoral (IDEHU).

Fuente: Farmacia y Bioquímica en foco.

 
 

El sargazo: la macroalga desatada que amenaza al Caribe mexicano

Por Andrea J. Arratibel para SINC

El crecimiento descontrolado de macroalgas afecta cada vez más a las regiones costeras del Caribe, repercutiendo en los ecosistemas y causando la muerte masiva de especies, muchas de ellas amenazadas. Además de sus efectos nocivos para la salud humana, el sargazo se ha convertido en uno de los problemas ambientales más graves de México.

A principios de junio un satélite de la NASA captó la imagen de una mancha parduzca desplazándose hacia la costa de Quintana Roo, el estado mexicano que por sus playas blancas y aguas cristalinas concentra el mayor flujo turístico del país.

Unos pocos días después, un informe reportaba que el litoral caribeño había sido ya alcanzado por una marea de 24,2 millones de toneladas de sargazo, una macroalga tóxica responsable de causar la muerte masiva de muchas especies marinas.

“Además de afectar negativamente a los ecosistemas costeros, el turismo y la economía, también es un peligro para la salud humana”, apunta Chuanmin Hu, oceanógrafo y parte del equipo de la Universidad del Sur de Florida responsable de monitorizar el crecimiento de estas afloraciones marinas y de procesar los datos satelitales para generar mapas diarios.

Las macroalgas afectan cada vez más a las regiones costeras del Caribe. Foto: Andrea J. Arratibel/SINC

El reporte del equipo científico señalaba que el cúmulo de la fronda marina había alcanzado un máximo histórico. “Aunque varía según el año, la tendencia es que la presencia del sargazo está aumentando, sobre todo en la zona del Mar Caribe, el Golfo de México y Océano Atlántico tropical. ¡Jamás hubo tanto!”, destaca Rosa Rodríguez Martínez, bióloga marina del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

“Podemos decir que, por ejemplo, de 2018 a 2022 tuvieron más que los 5 años anteriores, 2013 a 2017, que reportaron a su vez más cantidad que del 2008 al 2012”, apunta Hu, quien empezó a estudiar el fenómeno en el Golfo de México en 2006.

Los estragos que está causando este fenómeno en la costa caribeña de México, con graves afectaciones ambientales e impacto directo en las actividades turísticas de la región, se deben al crecimiento descontrolado de las especies Sargassum fluitans y S. natans.

“La mayoría de las macroalgas viven adheridas al fondo del mar, pero estas dos especies son pelágicas. Las vesículas de gas que poseen para hacer la fotosíntesis les permiten pasar la vida flotando”, explica Rodríguez. “Y tienen un papel importante en el equilibrio ecológico de nuestros océanos”, recalca la bióloga, experta en la ecología de arrecifes coralinos.

Mar de los Sargazos: un ecosistema esencial para la vida

En la altamar del océano Atlántico septentrional se extiende el Mar de los Sargazos, un hábitat flotante que sirve como plataforma de alimentación y refugio de más de 60 especies, algunas de ellas endémicas, como el cangrejo Planes minutus, el camarón Latreutes fucorum, el pez Syngnathus pelagicus o la anémona Anemonia sargassensis.

Atravesado por un sistema de corrientes en el que las aguas superficiales cálidas giran lento sobre las aguas profundas mucho más frías en el sentido de las agujas del reloj, este ecosistema posee un papel fundamental en la biología de los organismos, como el de la anguila americana y la europea, especies que desovan en el enredo de las macroalgas.

El Mar de los Sargazos es el hogar de más de 60 especies, algunas de ellas endémicas. / Foto: Andrea J. Arratibel/SINC

Una vez las larvas emergen del sargazo viajan a sus lugares de origen y años después regresan para poner sus propias huevas. El Mar de los Sargazos es, además, el escondite ante depredadores de fauna en peligro de extinción, como la tortuga caguama, y paso de la ruta de migración de grandes mamíferos como la ballena jorobada.

“El sargazo es necesario para los ecosistemas, el problema es que debido a un crecimiento excesivo arriban a lugares donde normalmente no existían, como a las costas caribeñas”, señala Rodríguez. Las mareas del cardo marino que llevan años afectando al litoral tropical mexicano no provienen del mar anterior, sino del Gran Cinturón de Sargazo del Atlántico ecuatorial (GASB).

Este nuevo reservorio de las macroalgas es “mucho más extenso que el primero”, aclara Hu responsable de un estudio que en 2019 advertía sobre cómo un cambio en el régimen de las corrientes estaba aumentando la posibilidad de que las floraciones recurrentes en el Atlántico tropical y el Mar Caribe se convirtieran en la nueva norma.

Un trabajo en el que Hu y su equipo basaron el suyo, publicado en 2011, había señalado que esta floración de algas de 8.850 km, que recorre la franja intercontinental desde las islas Canarias, la costa occidental africana, hasta el Caribe y el Golfo de México, ya se ha convertido en la más importante del planeta. 

Aunque los orígenes de este problema ambiental todavía están envueltos en muchas incógnitas, las hipótesis más firmes señalan que la extensión y crecimiento de este manto de Sargassum tendrían su causa en los cambios en las corrientes oceánicas por el derretimiento de los polos y glaciares, en conjunto con el aporte de nutrientes y materia orgánica provenientes de las desembocaduras de los ríos Amazonas y Orinoco, en América del Sur. Factores que habrían favorecido la veloz y caótica reproducción de estos organismos que pueden llegar duplicar su masa en menos de 18 días.

“Hay nuevas poblaciones de semillas en el Atlántico tropical, donde se cumplen todas las condiciones necesarias para el crecimiento de las plantas: luz ambiental, aguas cálidas y múltiples fuentes de nutrientes del sargazo que llega a las costas de Quintana Roo”, destaca el oceanógrafo de la Universidad del Sur de Florida.

Un trabajador recoge sargazo con una pala en la playa. / Foto: Andrea J. Arratibel/SINC

Consecuencias fatales de la descomposición de las macroalgas

Cuando los mantos de Sargassum llegan de forma masiva a las costas interfieren en la transmisión hacia el fondo de luminosidad en la columna de agua, “impidiendo que se filtre la luz al ecosistema, tan necesaria para los arrecifes y la biodiversidad”, explica Rodríguez.

La transformación del idílico paisaje caribeño de aguas cristalinas y arena blanca a playas colonizadas por la maraña vegetal oscura, así como el olor a cloaca que ya se ha vuelto común en tantos destinos del litoral caribeño, se debe a la descomposición orgánica de la muerte del sargazo.

Un proceso que, como explica Rodríguez, “consume grandes cantidades de oxígeno, causando anoxia y emitiendo gases tóxicos como ácido sulfhídrico y metano, muy peligrosos para salud humana y que causan mortalidad masiva de organismos tan sensibles como los corales, esponjas, y muchas otras especies protegidas, como las tortugas marinas”, cuya anidación y eclosión de huevos se ve directamente afectadas.

“Otro problema es la mala disposición que se hace del sargazo, que acaba siendo un contaminante, ya que trae mucho arsénico, pero también cadmio, plomo y otros metales pesados, así como bacterias peligrosas, como vibrio. Y se tira donde sea”, expone la bióloga, quien lleva desde 2015 estudiando su impacto ambiental. “El sargazo es un ejemplo de lo que el cambio climático puede hacer al planeta”, afirma.

México no es el único país afectado. Otros países caribeños como Belice, Honduras, Jamaica, Cuba y Barbados han reportado oleadas masivas de sargazo. El primer registro de la extensión de la mancha marrón constituida por las especies Sargassum fluitans S. natans en aguas del Caribe fue en 2011, cuando, tras ser señalado por pescadores locales y los periódicos, Hu inició a rastrear la expansión de las macroalgas. El primer informe científico sobre el efecto del vegetal marino en el litoral trópico se publicaría tres años después.

Estrategias y recursos escasos

En 2018, con el objetivo de mitigar este problema ambiental, el gobierno de Quintana Roo recibió 62 millones de pesos (unos 3 millones de euros) del Fideicomiso Fondo de Desastres Naturales (Fonden) para limpiar las playas. Y el gobierno estatal invirtió otros 20 millones. Una estrategia “nada eficiente” para Rodríguez.

Para acabar con la extensión desbocada de estas macroalgas y su impacto habría que mitigar el problema de raíz: el cambio climático y la contaminación. / Foto: Wikipedia

Como expone la científica, “los recursos invertidos tan solo alcanzan para proteger 10 kilómetros de playa, y el litoral de Quintana Roo tiene una extensión de más de 800. Realmente se está protegiendo solo al 1 % de la costa”, apunta. Por otro lado, “nada más se atiende las zonas turísticas, dejando fuera la protección de ecosistemas muy importantes, como los arrecifes, manglares y selvas”, denuncia la experta.

Mitigar los impactos de los eventos de varamiento de Sargassum principalmente mediante la eliminación física en el mar o en las playas no parece una buena estrategia a largo plazo.

“Al limpiar las playas se promueve la erosión de la arena, con un consecuente gran impacto ambiental y también económico”, advierte Rodriguez. Restaurar playas resulta una actividad muy costosa. “Y hay lugares, como Playa del Carmen, donde ya no queda arena suficiente y el mar choca directamente contra los muros de contención de los hoteles y casas, devaluando tremendamente el valor de las propiedades”, explica la bióloga.

Los hoteleros, unas de las principales víctimas económicas de este fenómeno, también destinan fondos para limpieza y mantenimiento. “Pero hacen una disposición del sargazo inadecuada, poniendo en riesgo la contaminación de los acuíferos de agua dulce del territorio, como los cenotes”, sentencia Rodríguez.

Diferentes iniciativas del sector privado están promoviendo el uso de sargazo como materia prima, proponiendo su aprovechamiento para el uso industrial en la construcción en forma de bloques, como biocombustible o como fuente de alginato de sodio, un polisacárido que contienen estas algas y que actúa como espesante.

El sargazo resulta, además, activador del crecimiento de plantas: es buen estimulante de la germinación y corrige la acidez y la carencia de minerales. Entre otros usos, podría servir para la elaboración de alimentos y fármacos o como composta para abono en el cultivo de hortalizas.

“Hay dos empresas que lo usan ya como bioestimulante. Pero, como advierte un estudio, si no se remueve correctamente el arsénico, el metal pesado puede pasar a los vegetales. Por lo que solo se recomendaría como fertilizante para plantas ornamentales, no de consumo”, explica la bióloga.

Y señala otro problema por resolver: “En México todavía no existe una norma ni permisos para comercializarlo. No está en la Carta Nacional Pesquera del Gobierno, y si hubiera industrias que lo quisieran exportar o comercializar no podrían”, lamenta.

De acuerdo con la investigadora de la UNAM, las estrategias hasta ahora propuestas resultan insuficientes para la magnitud del problema que presenta el sargazo. “No hay soluciones eficientes a corto y largo plazo. Los recursos son muy limitados y la tendencia del crecimiento de esta alga es cada vez mayor”, asegura.

Para acabar con la extensión desbocada de estas macroalgas y su impacto habría que mitigar el problema de raíz: el cambio climático y la contaminación. “Pero las naciones no están apoyando, no se cumplen los compromisos del Acuerdo de París y el panorama para quienes lo vemos a diario es tremendamente desalentador”, lamenta la bióloga.

Fuente: SINC.

Los científicos trabajan demasiado y no desconectan en vacaciones ni fines de semana

Por SINC

Un estudio internacional que analiza los hábitos de trabajo de los biólogos sugiere que echan demasiadas horas y que continúan su jornada hasta altas horas de la noche y fines de semana. Los resultados de la investigación han sido publicados en un editorial de la revista Biological Conservation.

Un grupo de investigadores de las universidades de Nottingham (Campus de Malasia) (UNMC), Boston y ETH Zúrich han llevado a cabo un estudio que confirma la creencia común de que los científicos son como ratas de laboratorio, que trabajan hasta altas horas de la noche, no desconectan en vacaciones ni en fines de semana, y dejan poco tiempo para la familia y asuntos personales.

Los autores de la investigación, cuyos resultados se han publicado en la revista Biological Conservation, también tenían curiosidad por conocer las diferencias en los hábitos de trabajo de científicos de distintos países. Para ello, analizaron los datos de 10.000 presentaciones manuscritas y casi 15.000 revisiones.

Ahimsa Campos-Arceiz, uno e los autores, revisando un manuscrito mientras viaja en un lancha en Malasia. Créditos: UNMC

Según Ahimsa Campos-Arceiz, profesor asociado de la escuela de Geografía de UNMC, el motivo del estudio tuvo una raíz personal. “Fui a la boda de un amigo en Bali y me pasé la mayor parte del tiempo revisando originales frente a la playa en vez de nadando o leyendo una novela. Me di cuenta de que encontrar tiempo para hacer estas revisiones en el trabajo es casi imposible, y que la mayoría de las veces hago esta tarea en mi tiempo libre, durante las vacaciones y los fines de semana«.

La presentación de artículos para su publicación en revistas especializadas y la consecuente revisión por pares son componentes esenciales del proceso científico. Este proceso se hace on line, a través portales que registran la hora exacta en la que los autores y los revisores están frente al ordenador enviando sus archivos. Campos-Arceiz y sus colaboradores usaron esta información para adentrarse en los hábitos de trabajo de los científicos que publican en Biological Conservation.

«Revisar el estudio de otro es una labor relativamente altruista, ya que se hace normalmente de forma anónima y tiene por objetivo mejorar el trabajo de otro científico para asegurarse de que se publican buenos materiales. Si estas revisiones se realizan fuera de tu tiempo libre, ese altruismo aún es mayor, pero también nos preocupa que el estrés que todo ello pueda conllevar se traduzca al final en un trabajo científico de menor calidad”, subraya el investigador.

Japoneses, chinos e indios, los más adictos al trabajo

Los resultados muestran que los científicos que utilizan el portal web de la revista Biological Conservation llevan a cabo una cantidad sustancial de su trabajo a altas horas de la noche (un 16% de los manuscritos y el 12% de las revisiones), y que estas tareas fuera de horario se han incrementado en torno a un 5% o 6% en todo el mundo.

Hay pautas geográficas marcadas en este comportamiento. Los científicos japoneses, chinos e indios son los que trabajan más duramente y envían casi el 40% de sus manuscritos fuera del horario laboral, mientras que los investigadores de Bélgica, Noruega, Finlandia y Sudáfrica lo hacen en una proporción del 16% al 17%.

Estadounidenses y británicos son los que menos se salen de su horario y trabajan de forma moderada durante fines de semana y noches, añade el artículo.

Los autores consideran que el continuo incremento en la carga de trabajo en instituciones académicas, con cada vez mayores obligaciones en enseñanza y tareas administrativas, tiene un efecto negativo en la calidad del trabajo científico. También tiene consecuencias en el equilibrio vital de los investigadores, con efectos como el descuido de la familia, los amigos, la falta de ejercicio físico y de tiempo de descanso.

Campos-Arceiz hace un llamamiento a las instituciones para que recuerden que “la ciencia de calidad requiere tiempo para leer y pensar y los científicos estresados tienden por lo general a ser menos productivos”.

Además, recomienda que las revisiones por pares sean consideradas parte importante del trabajo académico y valoradas con un índice para medir el rendimiento.

“Al final, este estudio ha servido para reflexionar sobre nuestro propio comportamiento y prioridades. La próxima vez que vaya a Bali, voy a pasar más tiempo nadando y hablando con mi esposa y menos revisando manuscritos”, concluye el investigador.


Referencia bibliográfica: Ahimsa Campos-Arceiz, Lian Pin Koh, Richard B. Primack. «Are conservation biologists working too hard»Biological Conservation. Agosto 2013.

 

Fuente: SINC.