Exoplanetas: nuevas claves para entender otros mundos, más allá del sistema solar

POR María Ximena Perez para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

¿Qué son y cómo se descubren? Existen más de 5 mil confirmados por la NASA y algunos podrían ser habitables. El potencial del Telescopio James Webb.

La galaxia rebosa de mundos nuevos a decenas de años luz de distancia: los exoplanetas. Según la NASA, hay más de 5 mil que pululan el cosmos y replantean el lugar de la Tierra en el universo. Pero, ¿qué son, exactamente, los exoplanetas? Son planetas que orbitan estrellas diferentes al Sol y que, por lo tanto, no pertenecen al sistema solar, aunque están formados por elementos similares. Las mezclas de estos elementos pueden diferir: algunos pueden estar dominados por agua o hielo, mientras que en otros puede prevalecer el hierro o el carbono. En ese sentido, al medir los tamaños y masas de los exoplanetas, se ven composiciones que van desde muy rocosas (como la Tierra y Venus) hasta muy ricas en gas (como Júpiter y Saturno). 

Ciencia y espacio: el descubrimiento de exoplanetas ayuda a ampliar el conocimiento sobre las teorías y modelos de formación de galaxias y estrellas. Créditos: nationalgeographic.com.es

¿Cómo se detectan? 

El físico Rodrigo Díaz, investigador del Conicet en el International Center for Advanced Studies, quien lideró el equipo internacional que detectó el tercer exoplaneta más cercano al Sistema Solar, lo explica así: “Se utilizan varios métodos para buscar exoplanetas, pero el más eficaz hasta ahora es el método de los tránsitos, que es el que permitió descubrir más planetas. Consiste en detectar el descenso en el brillo de una estrella cuando por delante de ella pasa un planeta que la está orbitando”, describe en diálogo con la Agencia de noticias científicas de la UNQ. 

Con ese método se descubrieron, aproximadamente, el 75 por ciento de los exoplanetas que se conoce; otro 20 por ciento fue con el método de las velocidades radiales, que mide el bamboleo sufrido por la estrella al estar orbitada por un planeta, y que sí permite conocer la masa mínima de los planetas que la orbitan. 

Según Díaz, el método de los tránsitos permite saber el radio del planeta y la inclinación de la órbita, pero no permite medir la masa. Sin embargo, entrados ya en el siglo XXI, el estudio de los exoplanetas experimenta una gran revolución, gracias al avance tecnológico, que permite desarrollar infraestructuras e instrumentos cada vez más precisos, y romper los umbrales de detección.

Es el caso del telescopio espacial James Webb, lanzado en diciembre pasado, que podrá observar las atmósferas de los exoplanetas. El nuevo telescopio podrá “atravesar las nubes de gas y polvo del espacio para observar objetos más lejanos y permitirá encontrar señales de vida orgánica, analizar cuerpos celestes que orbitan estrellas distantes y observar mundos más cercanos a la Tierra, como Marte o Titán, la luna de hielo de Saturno”.

Mundos lejanos y parecidos a la Tierra

¿Por qué estos planetas extrasolares se convirtieron en objeto de investigación científica en el siglo XX? El hallazgo del primer exoplaneta, ocurrido hace más de veinte años, sentó las bases para la búsqueda de mundos habitables, esto es, capaces de albergar vida. Al respecto, Diaz cuenta que, en los últimos años, se descubrieron varios planetas con características rocosas parecidos a la Tierra, algunos de los cuales están en lo que se llama zona de habitabilidad. “La mayoría son más parecidos a la Tierra, es decir, son planetas chiquitos, y hay muchos en la zona de habitabilidad. Por eso existe un enorme campo en el cual se puede desarrollar la vida”, asegura. 

El término “zona de habitabilidad” define un área alrededor de una estrella dentro de la cual se alcanzan temperaturas entre los 0°C (273K, grados Kelvin) y los 100°C (373K). Es decir, corresponde al área alrededor de una estrella donde la temperatura promedio de los planetas que ahí se encuentren, permitiría la existencia de agua líquida en su superficie.

Con todo, todavía queda mucho por aprender. Sin embargo, con el lanzamiento del James Webb, se espera poder avanzar en ese sentido. Mientras tanto, a seguir esperando porque, sin duda, se está cada vez más cerca.

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ 
Imagen: nationalgeographic.com.es

Basura espacial: ¿Un problema del presente o del futuro?

Se trata de toneladas de materiales artificiales que orbitan en el espacio y que, si bien no representan un problema en el presente inmediato, podrían llegar a convertirse en un desafío para las agencias espaciales en el futuro.

Según datos de la Agencia Espacial Europea (ESA), desde el inicio de la carrera espacial en 1957 hasta la actualidad, se lanzaron al espacio alrededor de 10.100 toneladas de tecnología entre aproximadamente 6.250 cohetes que pusieron unos 13.630 satélites en diferentes órbitas terrestres. De todos estos satélites se calcula que aproximadamente 8.840 aún se encuentran orbitando en el espacio y unos 6.200 están en funcionamiento. Pero ¿qué pasa con los 7.430 restantes que por diversas razones no son funcionales? ¿Y con los restos de los cohetes que los pusieron en órbita?

Créditos: Gaceta UNAM

 

Especialistas en el tema aseguran que muchos de estos satélites “muertos” -que terminaron su vida útil- y las partes de los cohetes que los pusieron en órbita pueden demorar decenas, centenas o miles de años en salir de sus órbitas dependiendo de a qué distancia de la Tierra se encuentren. Además, estos objetos pueden sufrir desprendimientos, explosiones y colisiones que pueden transformarlos en piezas más pequeñas. 

A todos estos materiales se los conoce como “desechos espaciales” o “escombros espaciales” que por definición son todos los objetos artificiales que orbitan en el espacio y que no tienen ningún tipo de utilidad. Se calcula que estos desechos están compuestos por 36.500 escombros mayores a 10 centímetros; 1.000.000 de entre 1 y 10 cm; y 130.000.000 de entre 1 milímetro y 1 centímetro. Estos escombros continúan en órbita y viajan a velocidades de 8 kilómetros por segundo (a esa velocidad llegaríamos desde Ushuaia a La Quiaca en menos de 10 minutos) pudiendo colisionar y averiar satélites en funcionamiento generando más basura por los desprendimientos de cada impacto. Internet, telecomunicaciones, sistemas de GPS, servicios de seguridad militar, dispositivos de investigación científica o ambiental y muchos otros servicios dependen diariamente de satélites para su correcto funcionamiento y a partir del aumento de la actividad espacial y de la basura que genera se incrementan las probabilidades de que éstos sufran desperfectos. Incluso, en el peor de los casos, podrían chocar con naves tripuladas poniendo en grave peligro las vidas de los astronautas.

A su vez, las pérdidas económicas relacionadas a la reparación de los satélites o su reemplazo podrían ser significativas. Asimismo, si la basura continúa acumulándose en la órbita terrestre, se llegaría al punto en el que los cohetes comenzarán a tener dificultades para salir de la atmósfera, provocando una desaceleración en las misiones de exploración espacial. 

En la actualidad, las agencias espaciales están buscando una solución a este problema. Las iniciativas incluyen brazos mecánicos para recolectar la basura o redes que puedan atraparla y lanzarla nuevamente hacia la Tierra para que se incinere durante su reingreso a la atmósfera. 

 

Créditos: ClearSpace

La Agencia Espacial Europea junto con la empresa ClearSpace prevén lanzar en 2025 la nave ClearSpace1 que contará con equipo especializado para recoger restos dejados por otras misiones espaciales. Por su parte, la NASA inició un programa denominado ELSA (End-of-Life Services by Astroscale demonstration)– con la intención de probar la eficacia de diversas tecnologías para recuperar desechos espaciales.

El futuro de este problema mundial debe ser encarado como tal y está en manos de cada actor -agencias espaciales públicas y privadas, organismos internacionales, y gobiernos- ya que la atmósfera no conoce de fronteras y la basura espacial tampoco. Debemos empezar a considerar al espacio como a cualquier otro recurso natural, que a pesar de ser enorme en tamaño es limitado, y si se usa sin medida puede agotarse.

Fuente: Gaceta UNAM y ESA.
Imágenes: Gaceta UNAM y ClearSpace.

¿Una base marciana en Argentina?

En una colaboración entre el gobierno de La Rioja y la empresa FANIoT se busca construir en la provincia cuyana un complejo de domos para simular experiencias en condiciones similares a las del planeta rojo.

¿Sabías que La Rioja posee uno de los ambientes más similares a la superficie de Marte en el mundo? Es por eso que, en el parque natural Los Colorados, se desarrollará una iniciativa denominada «Proyecto Solar 54» para que distintas agencias espaciales del mundo puedan hacer pruebas e investigaciones.

¿En qué consiste la base marciana? El proyecto Solar 54 cuenta con seis domos; uno para el cultivo de vegetales con un sistema hidropónico indoor; otro para ensayo y desarrollo de nanosatélites; y tres destinados a alojamiento, cocina y recreación. En el domo central se ubicará la estación terrena para comunicación satelital y control de misión, que contará con un sistema general de experimentación de las condiciones del planeta rojo. Esta base de pruebas será la primera de América Latina y la onceava de su tipo en el mundo. En cuanto a materiales, cada domo se construye utilizando piezas en forma de pentágonos y hexágonos que se encastran logrando de este modo hacer más eficiente el desarrollo de la estructura y reduciendo los tiempos de implementación. Además, se desarrolló un sistema robótico que colecta el suelo del planeta rojo lo mezcla con aceites vegetales y utilizando alta presión forma las piezas que luego son ensambladas mediante otro robot.

¿Quiénes llevan adelante la iniciativa? La directora de Innovación de FANIoT, Ayelén Ebene y el secretario de Ciencia y Tecnología de La Rioja, Hugo Vera. Se tuvieron en cuenta los antecedentes de la provincia en cuanto a la colaboración aeroespacial impulsada por la base de Chamical, creada en la década del ´60. Se trata de un Centro de Experimentación y Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados. En cuanto al proyecto Solar 54 se lleva adelante en estrecha vinculación con la comunidad que vive allí y se llevaron a cabo un grupo de estudios de impacto ambiental para no afectar negativamente el ambiente. Toda la infraestructura funcionará con energía solar y generará todos los recursos necesarios para su funcionamiento en el mismo espacio, por lo que la huella de carbono será casi neutra.

Ebene aseguró que este proyecto se gestó con un gran espíritu colaborativo con la intención de que todas las agencias espaciales del mundo participen de misiones análogas a Marte en Solar 54. La idea es que cada agencia pueda tener su propio domo y se repliquen en distintas partes de la Tierra para trabajar en conjunto en actividades afines a la colonización del planeta rojo.

Fuente y foto: Télam