La migración ambiental en América Latina

El clima extremo genera en todo el mundo el desplazamiento de 21,5 millones de personas por año, lo que significa casi 41 personas por minuto. En América Látina y el Caribe los fenómenos climáticos causaron 300.000 muertes en los últimos 20 años.

El cambio climático tiene una influencia clara en la movilidad humana en la región, en particular dentro de las fronteras de los países. Solo en 2021, el Centro de Monitoreo del Desplazamiento Interno (IDMC, por sus siglas en inglés) que depende de la Organización para las Naciones Unidas (ONU) registró más de 1,6 millones de nuevos desplazamientos por desastres en las Américas, una cifra que ascendió a 4,5 millones en 2020. Para el año 2050, el Banco Mundial calcula en 17 millones el número potencial de migrantes climáticos en América Latina si se cumplen los escenarios más pesimistas.

Entre 1998 y 2020, los fenómenos climáticos y geofísicos causaron 312.000 muertes y afectaron directamente a más de 277 millones de personas en América Latina y el Caribe, según el informe sobre el estado del clima de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Los impactos del calentamiento global no se vislumbran solo en el futuro, sino también en el presente, y además se ven multiplicados por las características de la región.

En palabras del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), esta situación se ve amplificada por la desigualdad, la pobreza, el crecimiento poblacional, la ocupación de lugares de alto riesgo y la elevada densidad, así como también, en algunos casos, la falta de una planificación sostenible de la explotación de los recursos naturales.

Los desplazamientos masivos registrados en Perú en 2017 provocados por El Niño, la movilidad de comunidades amazónicas que enfrentan incendios cada vez más devastadores, la persistente sequía en la zona central de Chile, las inundaciones que afectaron el noreste brasileño a finales de 2021 o la necesidad de reubicar poblaciones costeras afectadas por la subida del nivel del mar son algunos de los ejemplos que reflejan sociedades en movimiento en contextos de amenazas ambientales.

Los migrantes climáticos se desplazarán de áreas menos viables con poco acceso al agua y productividad de cultivos y de áreas afectadas por el aumento del nivel del mar y las marejadas ciclónicas, advierte un documento publicado por el Banco Mundial. Las zonas que recibirán el golpe más duro, añade, son las más pobres y vulnerables. Un informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) que depende de Naciones Unidas sitúa a Buenos Aires, Montevideo, Río de Janeiro, Salvador de Bahía y Recife como grandes ciudades vulnerables a los riesgos del cambio climático en Sudamérica.

“Muchas veces decimos que las amenazas que se relacionan con la movilidad humana son por exceso o falta de agua. Las estadísticas de desplazamientos por desastres muestran que los fenómenos de lluvias extremas e inundaciones son los que desplazan a más personas”, apunta Pablo Escribano, especialista en migración climática de la OIM. “La cuestión de la sequía es muy relevante en zonas como el Corredor Seco centroamericano, algunas zonas de México, del centro de Chile o el noreste de Brasil”, añade. El continente también se ha visto golpeado en los últimos años por intensos incendios, como los que afectaron a la Amazonia y el Pantanal en Brasil o la costa oeste de Estados Unidos, y por inundaciones en algunas zonas de la cuenca amazónica, el sureste de Brasil, Uruguay y en la cuenca del Río de la Plata.

Contar el número de migrantes climáticos es difícil, pero los países están empezando a reconocer en sus legislaciones la existencia de desplazamientos internos y externos de población como consecuencia de los embates del clima. Estados Unidos, por ejemplo, ha publicado con motivo de la Cumbre de Glasgow un informe hecho por varias oficinas gubernamentales para entender los desafíos de las migraciones climáticas. El documento clasifica a once países como “enormemente vulnerables” a los efectos del cambio climático y sin capacidad de adaptación; entre ellos incluye a Colombia, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Haití. “Es especialmente probable que haya temperaturas cada vez más calientes, incidentes climáticos extremos y perturbaciones en los patrones del océano que amenazarán su seguridad energética, alimentaria, de agua y sanitaria”, se lee en el texto, que recomienda ayudar a esas naciones a “mejorar su resiliencia”.

Además de la pérdida de cosechas por las sequías, el documento advierte de que el aumento de las lluvias y los ciclones podría incrementar la contaminación de fuentes de agua y la incidencia de enfermedades transmitidas por mosquitos como el dengue en Guatemala, Honduras y Haití. “Es probable que el cambio climático contribuya al estrés económico y social y se convierta en un factor creciente que empuje a la migración, especialmente para los agricultores pobres en Centroamérica, que componen el 30% de la población activa”, indica el informe. El análisis propone a la Casa Blanca trabajar con el Congreso para explorar programas migratorios destinados a ayudar a esa población, como el TPS, un estatus de protección temporal creado en 1990 en Washington que ofrece alivios migratorios a ciudadanos de ciertos países afectados por conflictos bélicos o desastres naturales.

Fuente, fotos e infografía: Diario El País 

Los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más intensos y frecuentes

POR Nicolás Retamar para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Impulsados por el cambio climático, provocan desastres naturales que se traducen en desplazamiento de personas, muertes y pérdidas económicas.

Los fenómenos extremos son procesos naturales que se producen durante los ciclos meteorológicos. Si bien siempre hubo cambios bruscos de temperatura, lluvias, huracanes, tormentas eléctricas, inundaciones, granizadas, sequías y más, en la actualidad suceden con una intensidad y una frecuencia que provocan el desplazamiento de personas, miles de muertes y pérdidas económicas muy importantes. Según el sexto informe de evaluación del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), el cambio climático causado por actividades humanas ya influye en muchos fenómenos y se espera que sigan evolucionando gracias a la influencia de las personas.

Un niño de siete años regresa al lugar donde estaba su casa previo al paso del huracán lota. Créditos: UNICEF/Gema Espinoza Delgado

En diálogo con esta Agencia, Cindy Fernández, miembro del Servicio Meteorológico Nacional, sostiene que “uno de los efectos que tiene el cambio climático es hacer que los fenómenos extremos (tormentas intensas, lluvias torrenciales, sequías, huracanes y otros) se vuelvan más recurrentes y se presenten cada vez más con mayor intensidad”.

“Por ejemplo, si hace 30 o 40 años una lluvia extrema –un umbral que se alcanza en menos del cinco por ciento de los eventos de lluvias– ocurría estadísticamente una vez cada diez años, ahora se registra una cada cinco años. O si antes las lluvias extremas eran de 200 mm en 24 horas, ahora son de 300 o más”, resalta la comunicadora meteorológica. 

Algo similar ocurre con los eventos de olas de calor o sequías. Antes se registraba un evento cada varios años, ahora prácticamente todos los años ocurren estos fenómenos.

Los impactos de los fenómenos meteorológicos pueden ser muy distintos según cada sociedad. En este sentido, Fernández advierte: “Que se produzca un desastre no tiene que ver solamente con el fenómeno en sí, sino con la exposición y la vulnerabilidad de esa población. Una lluvia extrema en una zona despoblada no tiene grandes consecuencias, pero si ocurre en una zona urbanizada probablemente genere inconvenientes. La preparación de esa población también definirá el impacto del fenómeno”.

Consecuencias mundiales

Según el Reporte del Estado del Clima en América Latina y El Caribe 2020 de la OMM, se registraron las peores sequías en 50 años en el sur de la Amazonia y el récord de huracanes e inundaciones en Centroamérica. La región es una de las más afectadas por el cambio climático y los fenómenos meteorológicos que causan daños a la salud, a la vida, a la comida, al agua, a la energía y al desarrollo socioeconómico. Los eventos relacionados con el clima y sus impactos cobraron más de 312 mil vidas y afectaron a más de 277 millones de personas entre 1998 y 2020.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM) afirma que, a escala global, el número de desastres se ha quintuplicado en los últimos 50 años y esto es producto de los fenómenos meteorológicos extremos impulsados por el cambio climático. En todo el mundo se registraron más de 11 mil desastres que ocasionaron más de 2 millones de muertes y más de tres billones de dólares en pérdidas. Si se tienen en cuenta los diez desastres más importantes, los peligros que provocaron la mayor cantidad de fallecimientos durante 1970-2020 fueron las sequías (650 mil muertes), las tormentas (577.232), las crecidas (58.700) y las temperaturas extremas (55.736).

Situación en Argentina

De acuerdo con las mediciones del SMN, 2021 se ubicó como el séptimo año más caliente desde 1961 y la temperatura media del país fue superior a lo normal

Lanchas y yates de un puerto sobre la arena a causa de la bajante del río. Créditos: Télam.

Además de que hubo varios episodios de calor como las cuatro olas que afectaron al centro y sur de Argentina (produciendo récords históricos de temperaturas máximas absolutas en Cipolletti, Maquinchao, El Bolsón y Paso de Indios), se registraron eventos de frío extremo que impactaron en el centro y noreste. Así, hubo temperaturas mínimas históricas en Villa María de Río Seco, Catamarca, Mercedes y Formosa.

Mientras que las precipitaciones entre enero y septiembre fueron inferiores al promedio, la falta de nevadas en la cordillera y la ausencia de lluvias en el litoral provocaron sequías extremas que agudizaron la situación que ya era crítica en 2020. Hasta el momento, 2021 es el octavo año más seco desde 1961. En este marco, el Río Paraná experimentó una bajante histórica sin precedentes desde 1944.

Para qué sirve la meteorología

Además de informar cuántos grados hace y cómo salir vestidos a la escuela o la oficina, el trabajo de los meteorólogos y meteorólogas va más allá. Con respecto a los fenómenos meteorológicos extremos, Cindy Fernández resalta que hay varios roles por ocupar: “Seguir recopilando datos, analizarlos y plantear nuevas investigaciones y estudios que nos permitan aumentar nuestro conocimiento de la atmósfera. Comprenderla y lograr entender con más detalle cómo funciona y qué le ocurre”.

“También tenemos la función de realizar los pronósticos y alertas y de transmitir esa información a la comunidad para que pueda prepararse para los fenómenos meteorológicos”, destaca. Además, los servicios meteorológicos tienen el rol de generar informes y asesorar a gobiernos para que puedan tomar decisiones basadas en el conocimiento científico.

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ 
Fotos: UNICEF/Gema Espinoza Delgado y Télam.

Inventan un proceso para reducir un 90% los residuos hospitalarios

¿Sabés para qué sirve la bolsa de residuos roja? Si alguna vez fuiste a un hospital por tu salud, como visita o estuviste en una guardia, seguramente viste que separan los residuos en bolsas negras y rojas.

Pero ¿por qué se hace esto en todos los hospitales, clínicas y centros de salud del mundo? Las bolsas negras son para arrojar residuos comunes como envases de bebidas, restos de comida, etc. En cambio, las bolsas rojas son exclusivas para los desechos hospitalarios que pueden representar un riesgo para la salud humana o para el ambiente como jeringas, restos de fluidos biológicos, medicamentos y elementos de protección descartables, entre otros. Una vez puestos en esas bolsas rojas, estos residuos siguen un circuito especial dentro del hospital para tener un tratamiento que requiere de muchos cuidados en su manipulación.

La pandemia provocó un aumento en la generación y acumulación de residuos hospitalarios. Sabemos que por el COVID se utilizó y descartó mucho más material que antes, porque tuvimos que extremar las medidas para prevenir contagios. Pensá en la cantidad de barbijos que usaste vos e  imaginate las cantidades que se usaron en un hospital.

Los métodos que se utilizan para gestionar estos residuos son la esterilización por vapor o, directamente, la incineración. Te imaginarás que tampoco es muy ecológico. Y antes de esto hay que separar los desechos o recorrer largos trayectos hasta llegar a la planta de tratamiento, lo que también implica un riesgo para la salud y para el ambiente.

Ante este escenario, un grupo de investigadoras e investigadores del Centro Atómico Bariloche y la Comisión Nacional de Energía Atómica está trabajando para buscar una solución más sustentable y segura a través del desarrollo de un sistema de gasificación por plasma para tratar residuos hospitalarios. Esto significa un proceso para minimizar su volumen y manipulación y traslado. 

El sistema consiste en una cámara de gasificación donde se genera el flujo de plasma. Aparte de los estados sólido, líquido y gaseoso, existe un cuarto estado de agregación de la materia: el plasma. Un gas a altas temperaturas en el que conviven partículas cargadas y neutras, y que puede conducir electricidad. Un caso típico de formación de un plasma en la naturaleza es lo que produce un rayo generado por una tormenta eléctrica.  En la cámara de gasificación se ingresan los residuos hospitalarios sólidos a ser tratados. Las moléculas orgánicas de los residuos se desintegran a la mínima expresión, que son sus átomos. De esta manera, el residuo pasa a un estado gaseoso y se genera el gas de síntesis que puede reutilizarse como fuente de energía. Mientras que los componentes inorgánicos del residuo, como pueden ser metales o arena, se funden en un material vítreo de mucho menor volumen, que deja de ser peligroso.

Este método tiene varias ventajas. En primer lugar, no requiere separar los residuos y minimiza el contacto de las personas involucradas. Otra ventaja es la reducción del volumen. Y una tercera ventaja es que el gas sintético que se obtiene luego del proceso puede ser utilizado como fuente de energía. Por ejemplo, para mover motores de combustión o para generar compuestos como alcohol y metanol. En algunos países como Sudáfrica, que no tienen fuentes de gas natural o petróleo, utilizan procesos equivalentes al plasma para generar este tipo de combustibles.

Actualmente, el equipo de investigación trabaja con un prototipo a escala de laboratorio, que tiene capacidad para tratar alrededor de medio kilo de residuos por hora. La idea es llevarlo a una escala piloto un poco mayor, que sería la definitiva. Algo que permita tratar unos cinco kilos por hora y se pueda instalar en espacios como un contenedor.

Hasta el momento, para realizar las pruebas, los investigadores utilizaron residuos “simulados”, es decir, residuos comunes a los que les agregaron elementos metálicos o los mezclaron con un fluido biológico simulado. Los resultados obtenidos fueron muy buenos, ya que lograron una tasa de reducción de volumen del 90 al 95%, obteniendo un residuo remanente que tiene un aspecto entre cenizas y un sólido vítreo.

Fuente: Agencia TSS/UNSAM.
Foto: Telediariodigital.net