¿Quién es la científica argentina encargada de recuperar el arrecife de coral en Estados Unidos?

POR Nadia Chiaramoni para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Lucía Speroni, egresada de la Universidad Nacional de Quilmes, es buzo científico y trabaja en la restauración de ecosistemas marinos fundamentales.

Coral Restoration Foundation (CRF) es una fundación del sur de la península de La Florida. Sus especialistas se dedican a la restauración del arrecife de coral, muy castigado por diversos factores, en especial, por los efectos del cambio climático. Lucía Speroni, egresada de la Universidad Nacional de Quilmes y buzo científico de la Fundación, conversó en exclusiva con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ sobre su trabajo y la importancia del cuidado de los ecosistemas marinos.

“Lo que hace CRF se asemeja a la jardinería”, cuenta y luego explica: “Se usan fragmentos de corales y se cuelgan en unas estructuras similares a árboles. El objetivo es que crezcan para poder ser devueltos a los arrecifes de donde se extrajeron”. La Fundación se encarga de identificar a las especies que están en peligro de extinción, y una de las más afectadas es el coral cuerno de ciervo. “El trabajo consiste en reproducir estos fragmentos hasta que alcanzan un cierto tamaño, tipo pelotas de tenis. Recién ahí se descuelgan de los árboles de PVC y se devuelven al arrecife donde se aseguran con epoxi para que sigan creciendo. Es un método que funciona”, relata Speroni.

Restauración del arrecife de coral en el sur de la península de La Florida. Crédito: Lucía Speroni

Según la científica, es fundamental cuidar y proteger a los arrecifes ya que en ellos habita la cuarta parte de los peces que habitan en los mares. Sin los corales, la perdida en la biodiversidad sería desbastadora.

Ciencia debajo del agua

Lucía Speroni llegó a CRF luego de un entrenamiento como buzo científico ya que quería contribuir a recuperar los arrecifes y que ese hábitat siga existiendo. “El mundo es más lindo con la diversidad que tenemos, con diferentes peces y hasta con algún tiburón que nada cerca tuyo; sin esto sentís que debajo del agua te vas quedando sola”, relata.

Speroni explica que los corales son animales y, concretamente, constituyen una colonia de pólipos: pequeños cilindros, con boca y tentáculos para atrapar comida. Estos pólipos usan el agua de mar para formar un esqueleto. Algo llamativo de los corales es que son muy coloridos; y este color lo obtienen de un alga, la xooxantela, que vive en simbiosis con ellos. La relación es beneficiosa para los dos: el coral le brinda al alga un lugar para vivir y el alga le da comida al coral haciendo fotosíntesis.

Los arrecifes de corales son el hogar del 25 por ciento de los peces. Dañarlos significa perder biodiversidad; al tiempo que se abandona la protección de las costas frente a tormentas fuertes, ya que estos ecosistemas actúan como barrera al minimizar el impacto de olas fuertes. El mundo perdió la quinta parte de sus corales debido a la contaminación y a las elevadas temperaturas de los océanos, entre otras amenazas. Lo que ocurre es que estos factores hacen que el alga zooxantela abandone el arrecife y entonces el coral muere por falta de comida y susceptibilidad a enfermedades.

Coralpalloza

“Una de las cosas que más me gusta es el Coralpalloza, que se organiza todos los años para concientizar y para que la gente que le gusta bucear pueda ayudar. En el último evento me tocó liderar un grupo de buzos voluntarios, logramos devolver al arrecife más de 120 fragmentos de corales. Cuando terminamos, nadé sobre el arrecife y vi todos esos pequeños fragmentos que van a crecer. Es una emoción muy grande”, dice. Luego continúa: “Si bien las temperaturas de los océanos siguen en aumento, algunos corales quizá tienen la chance de sobrevivir evolucionando. Pienso que es como darles una chance, correr contrarreloj”, expresa la científica.

El arrecife de Florida sufrió más si se los compara con otros bien conocidos como la Gran Barrera de Coral de Australia. Debido al calentamiento global, entre otros fenómenos, en Miami se ha perdido cerca del 90 por ciento de los corales en las últimas décadas.

 

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ

La importancia de la biodiversidad del suelo en la agricultura

Por Mercedes Muñoz Cañas SINC.

Gran parte de los avances en producción agrícola se lograron casi sin evaluación de la pérdida de ecosistemas. En las últimas décadas se ha conseguido una mayor disponibilidad de alimentos, al tiempo que aumentaban amenazas como la erosión o la salinización, pero las nuevas estrategias europeas comienzan a considerar el suelo como un sistema vivo que establece relaciones con las especies que lo habitan.

La biodiversidad que habita el suelo desempeña un papel fundamental —pero aún poco conocido— en la conservación de multitud de beneficios que la naturaleza aporta a la sociedad (los llamados servicios ecosistémicos) y que son esenciales para la agricultura y la producción de alimentos.

Sin embargo, la mayor parte de los avances en producción agrícola se han logrado, y muchos de ellos continúan obteniéndose, casi sin evaluar la pérdida de biodiversidad de los suelos, en gran parte por un claro desconocimiento de la situación.

Si bien es cierto que muchos de estos progresos desde los años 50 han hecho aumentar la productividad y disponibilidad de alimentos, también lo es que han comprometido la salud del suelo incrementando, en algunos lugares, amenazas como la erosión o la salinización y, en la mayoría, disminuyendo el número de especies que lo habitan.

De ser un mero proveedor de sustrato y nutrientes para los cultivos, el suelo empieza a ser valorado como un sistema vivo, con una compleja red de relaciones entre las especies que lo habitan. / Pixabay.

Según fuentes oficiales como la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) o el IPBES (Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services), el cambio climático y las actividades humanas —entre ellas, una mala gestión de las prácticas agrarias— están conduciendo a una pérdida de la biodiversidad y sus funciones a una ratio estimada actual de extinción de entre 100 y 1.000 veces mayor de la que pudiera ser considerada natural.

Si nos centramos en el suelo, es importante destacar que se trata de un elemento esencial del capital natural, que alberga a aproximadamente el 25 % de la biodiversidad planetaria y, según la FAO, provee de manera directa o indirecta el 95 % de los alimentos que comemos.

Actualmente solo conocemos un 1 % de esa biodiversidad, que reúne a las especies en una intrincada relación multifuncional que contribuye a muchos de los servicios que provee el suelo. Además, y empleando los últimos datos aportados por la FAO, parece que el suelo se está perdiendo a un ritmo de entre 13 y 18 veces más rápido de lo que se está formando. En dicha pérdida, se incluyen millones de seres vivos que viven en esos ecosistemas.

Si observamos las nuevas estrategias europeas que están en marcha —como la de Biodiversidad, la de ‘La granja a la mesa’, la de Economía Circular o la del Suelo—, sin dejar de tener en cuenta la actual necesidad de reducir la entrada de insumos como fertilizantes y pesticidas, podemos ver cómo el cambio que necesitamos está empezando a ocurrir.

Aunque aún quede un largo proceso por delante, el suelo está pasando de ser visto como un mero proveedor de sustrato y nutrientes para los cultivos, a un sistema complejo y vivo que establece una intrincada y compleja relación entre los mismos y la red de especies que lo habitan.

Afortunadamente, desde hace aproximadamente una década, la biodiversidad del suelo ha empezado a cobrar más importancia y se están dedicando esfuerzos al estudio y comprensión de su estado de salud y, en consecuencia, en el correcto funcionamiento de los paisajes agrarios.

Para conseguir la sostenibilidad y la resiliencia de los campos, es necesario entender las funciones que realiza el suelo, mejorar la gestión y, sobre todo, comprender el rol que juega la biodiversidad que allí existe, dándole la relevancia que merece en cuanto a su función, así como a lo esenciales que resultan los procesos de los que dependen los sistemas agrarios.

El suelo y su biodiversidad, a través de prácticas sostenibles, pueden llegar a ser una ‘solución basada en la naturaleza’ y, en línea con la definición de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), una práctica que se apoya en el ecosistema y en los servicios que provee, para responder, en este caso concreto, al desafío de la seguridad alimentaria.

Para ello hay que mejorar el conocimiento, valorar cómo los cultivos interaccionan con la biodiversidad de suelo y evaluar las características y estructura de las redes de organismos que forman parte de él para así lograr una resiliencia de los campos agrícolas que asegure la estabilidad del sistema a largo plazo.

 
 
Fuente: UICN y SINC.

Un equipo de especialistas logró rearmar el árbol genealógico de cinco generaciones de ballenas

Por María Ximena Perez para AGENCIA DE NOTICIAS CIENTÍFICAS UNQ

Claves para entender la técnica que permite establecer el parentesco entre ejemplares que frecuentan los golfos de la Península de Valdés.

Colas, saltos, lomos, chorros de agua y “Paciencia” nadando con su cría en el Golfo San José. La foto se toma y la investigación sigue su curso para, finalmente, lograr armar el “árbol genealógico” de una familia de ballenas que, desde hace al menos 50 años, visita los golfos de la Península Valdés en Argentina. Así lo informan desde el Programa de Investigación Ballena Franca Australdonde se realiza el estudio y seguimiento de la ascendencia y descendencia, mediante la técnica de foto-identificación, de una familia de ballenas que, desde la década del 70, frecuenta el extremo noreste de Chubut.

Paciencia es “bisnieta” de la ballena que fue identificada en 1973 con el número 71. A su vez, “la 71” es madre de Antonia y ésta de Antonio y Docksider, de donde surgió la otra camada de ballenas que fueron registradas como Espuma, Luna y Paciencia. Esta última fue observada en 2019 con su hijo Aconcagua y hace unos meses con otra cría, es decir, “tataranietos” de la primera anotada en el padrón fotográfico en 1973 por el investigador Roger Payne, pionero en ese campo.

Paciencia junto a su cría nacida en 2022. Crédito: Instituto de Conservación de Ballenas.

En diálogo con la Agencia de noticias científicas de la UNQMariano Sironi, director científico del Instituto de Conservación de Ballenas, donde se lleva a cabo la investigación, explica que conocer las relaciones de parentesco entre los miembros de una familia de ballenas permite determinar variables que son importantes para describir su biología. “Con estos datos podemos saber, por ejemplo, cada cuántos años las hembras tienen crías, que en promedio es cada tres, o a qué edad tienen su primera cría, que suele suceder a los nueve años”.

También, los registros del mismo individuo a lo largo de muchos años sirven para determinar la longevidad de las ballenas. Si estas variables cambian, pueden indicar modificaciones en el ecosistema que están afectando a las ballenas. “Si los intervalos entre partos se alargan, esto es una indicación de que las hembras pueden tener una condición corporal limitada que no les permite quedar preñadas. Esto tiene impacto en la dinámica de la población”, apunta Sironi.

El «árbol» de «Paciencia»

Gracias a este reencuentro con Paciencia, se pudo saber que la familia de la ballena N° 71 sigue creciendo. “A partir de las fotografías comenzamos la búsqueda en el catálogo de foto-identificación, para comparar la ballena avistada en el Golfo San José con las imágenes. Al hacer el ‘identikit’, comparando el detalle del patrón de callosidades y de las manchas dorsales entre las fotos del catálogo y las recientemente tomadas, todo coincidió a la perfección”, destaca la bióloga Camila Muñoz Moreda. Y completa: “Estábamos ante la presencia de la “bisnieta” de la ballena 71, registrada hace 50 años y, a su vez, con la cría”.

Según detalla Sironi, las relaciones de parentesco se determinan mediante la foto-identificación de individuos. Esto es especialmente importante en el año de su nacimiento, cuando un ballenato está junto a su madre. “Si conocemos a la madre con anterioridad, entonces en muchos casos conocemos a hermanos, abuelas, tíos y tías”, dice. Y suma: “Dicho así puede sonar simpático, pero en el análisis científico nos permite monitorear el estado general de la población, su dinámica, distribución espacial y otras variables”.

¿Cómo se identifican?

Las ballenas francas pueden identificarse individualmente analizando el patrón de callosidades de sus cabezas, áreas de piel engrosada y cubierta de crustáceos blanquecinos llamados “ciámidos”. “El patrón de callosidades es único en cada animal y permanece casi inalterado a lo largo de su vida, algo similar a lo que sucede con las huellas dactilares de las personas”, dice. En ese sentido, tomando fotografías de la cabeza de las ballenas desde un avión, se identifican las ballenas usando programas especialmente diseñados, y así se aprende sobre su dinámica poblacional, biología y comportamiento.

Con todo, lo cierto es que “Paciencia”, esta ballena hembra de 15 años, además de seguir el intervalo normal de parición de 3 años, demuestra que el dispositivo satelital no altera el ciclo reproductivo y que las ballenas regresan a las aguas de Península Valdés para traer nuevas crías a esta población.

Fuente: Agencia de Noticias Científicas UNQ